PERSUM Clínica de Psicoterapia y Personalidad
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Psicología infantil

Las Rabietas

Publicado el 17/04/2018.
Por Esther Blanco , última actualización el 31/10/2019
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Niño llorando

Las rabietas son típicas hasta los 6 o 7 años puesto que el niño no ha aprendido aún a regular sus propias emociones, el niño es muy inestable y sensible ante todo lo que le rodea.

A los 7 años ya se exalta menos ante los acontecimientos puesto que su capacidad para “controlar” sus emociones es mayor y sabe utilizar estrategias como la distracción.

Imaginemos un hombre adulto ilusionado con sus vacaciones de verano, una vez en el aeropuerto  encuentra su vuelo cancelado. Cualquiera de nosotros sentiría numerosas emociones como rabia, tristeza, desilusión. Tras el impacto del momento, empezaríamos a aplicar distintas estrategias que nos facilitarían regular nuestras emociones, por ejemplo: pensaríamos “bueno, esto es un verdadero fastidio, perderé algún día de vacaciones pero al menos iré”, “no es justo quedarme sin lo previsto pero me podré adaptar”, “qué le vamos a hacer”, “voy a salir un poco de la terminal para relajarme”, “llamará a mi amigo para contarle lo que me pasó”. Nuestro enfado se mantendría pero se habrá reducido en intensidad.

Ahora imaginemos que no disponemos de ninguna estrategia para regular todas las emociones que nos produce la cancelación del vuelo. Lloraríamos desesperadamente, gritaríamos, nos pelearíamos. Nuestras emociones estarían muy alteradas. Tendríamos una rabieta.

Cuando un niño tiene una rabieta simplemente no sabe regular la intensidad de sus emociones. Cuando tiene una rabieta no está sabiendo cómo controlar su estado emocional y son los adultos quienes han de poder enseñarle.

Es importante enseñar al niño a regularse emocionalmente con una adecuada participación del adulto. La intensidad de determinadas emociones y su posterior regulación depende de los procesos de intercambios afectivos dentro de la familia.

Cada situación es muy diferente a otra y cada niño diferente a otro, por eso cada caso es especial, pero en líneas generales estas son algunas medidas:

  • No pensar que el niño tiene malas intenciones con sus rabietas, no desea estropearnos la tarde, o dar la nota en el supermercado. Cuando un niño expresa un sentimiento de una forma desproporcionada no ha planificado hacerlo. Simplemente no sabe hacerlo mejor.
  • Prestar atención a la conducta de su hijo. Esto no quiere decir que se ha de hacer lo que el niño quiera. Si la rabieta es pequeña podemos intentar ayudarle a regularse emocionalmente averiguando cómo se siente y ayudándole a superar la emoción por ejemplo razonando con él a su nivel o  ayudándole a distraerse. En caso de rabietas muy fuertes podemos utilizar un “basta” y asirle fuertemente de su mano. Después ya podemos ayudarle a manejar su emoción.
  • Si utilizamos alguna estrategia del tipo extinción, es decir, no prestar atención a una conducta de berrinche hasta que el niño comience a tranquilizarse, hemos de decirle claramente previamente: “si gritas mamá no va a hablar contigo, cuando dejes de hacerlo puedes venir”. Razonar posteriormente con el niño lo ocurrido averiguando su emoción y ayudándole con su manejo.
  • Ayudarle a regular sus emociones no significa que las deba ocultar diciéndole: “los niños mayores no lloran”, “eres un bebé como tu hermanos”. El niño no aprenderá de sus emociones sino que aprenderá a ocultarlas.
  • NUNCA utilizar insultos, tacos o enfados. Es como si nos enfadásemos con un adulto por  el hecho de no saber conducir.
  • Utiliza un tono de voz suave, no alterado facilitará que el niño se tranquilice. No alterarnos. Para poder enseñar un adecuado control no podemos estar los adultos “descontrolados”.
  • Ser firme en la negativa que ha podido propiciar la rabieta. Quizás ha sido nuestro “no” lo que a ocasionado su malestar. No ceder ante la rabieta. Mantenerse firmes pero ayudarle a comprender el por qué de nuestra negativa.
  • Utilizar un lenguaje sencillo y claro para poder razonar con el niño, no utilizar un discurso que no esté adaptado a su edad.

Cuando los padres ofrecen estrategias a sus hijos para que puedan hacer frente a sus emociones y controlarlas, los niños terminarán regulándose emocionalmente por sí mismos de forma adecuada.

Ser afectuoso con los hijos no significa mantener un estilo educativo permisivo, ni por el contrario un estilo educativo  autoritario, sino un estilo llamado democrático donde  se mantiene la firmeza los límites pero estos son razonados con sus hijos. Establecen normas que mantienen ambos padres de forma coherente. Se mantienen unas normas familiares firmes y se les enseña disciplina. Las técnicas que utilizan estos padres a la hora de hacer valer su disciplina están basadas en el razonamiento y la explicación de la conducta indeseable infantil.

Teniendo en cuenta que los niños imitan lo que hacen los adultos y sobremanera sus padres, los adultos pueden propiciar en el niño las acciones que quieran que estos aprendan. Por ejemplo, simular situaciones en las que el adulto promueva una respuesta emocional como un enfado y su hijo le observe como se calma y vuelve a su estado normal. Todo ello con ejemplos que el niño pueda entender y a su nivel.

Si somos capaces de propiciar espacios para hablar entre padres e hijos, donde estos se sientan atendidos y escuchados independientemente de que consigan lo que desean o no sea así, el niño se sentirá escuchado y atendido. En definitiva SE SENTIRÁ QUERIDO. El niño sabrá que haga lo que haga sus padres le quieren y le escuchan. De esta forma veremos como las rabietas desaparecen para dar lugar a una expresión abierta y sincera de las emociones entre padres e hijos.

 

Bibliografía:

  • Cantón Duarte, J. y Cortés Arboleda, M. R. (2008). El apego del niño a sus cuidadores. Madrid: Alianza Editorial.
  • Pérez Álvarez, M. (2018). Más Aristóteles y menos Concerta. Barcelona: Nuevos Emprendimientos Editoriales.
  • Siegel, D. J. y Hartzell, M. (2012). Ser padres conscientes. Barcelona: Ediciones La Llave.
  • Siegel, D. J. y Payne Bryson, T. (2011). El cerebro del niño. 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo. Barcelona: Alba Editorial.
  • Siegel, D. J. y Payne Bryson, T. (2015). Disciplina sin lágrimas. Barcelona: Ediciones B.S.A.

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