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Modelos actuales de diagnóstico en los Trastornos de la Personalidad y repercusiones en su tratamiento.

Publicado el 24/09/2015
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Por Esther Blanco , última actualización el 13/06/2019
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La clasificación de los Trastornos de la Personalidad ha resultado claramente insatisfactoria a lo a lo largo de los diferentes sistemas diagnósticos de clasificaciones internacionales. En este artículo haremos énfasis en dos problemas principales que acucian a los sistemas diagnósticos cuya visión categorial impide una comprensión más completa y compleja de la psicopatología.

Por una parte, nos encontramos con el problema de la clasificación categorial de los Trastornos de la personalidad. En Carlos Mirapeix; Maite Urízar –Aldaca; Susana Landin; Antonio Nieto, 2006,  se revisa la excesiva comorbilidad entre los diferentes Trastornos de la personalidad, y los intentos infructuosos por definir a éstos reduciendo los criterios diagnósticos. Para Gunderson JG. Y Coid J (citado en Mirapeix, 2006) el sistema categórico (presencia/ausencia) de un trastorno  no es el más idóneo para el diagnóstico de los Trastornos de la personalidad. Se propone  “diagnosticar los trastornos de la personalidad como configuraciones o gestalts en lugar de tabular síntomas individuales”.

Livesley (citado en Gutiérrez-Zotes, 2009) propone un cambio de modelo de categorías diagnósticas por uno dimensional donde la personalidad normal estaría constituida por rasgos, que “no son directamente observables, son relativamente estables  y duraderos, continuamente distribuidos y el grado en el que un individuo posee un rasgo es indicativo de la probabilidad que esa persona realice conductas gobernadas por ese rasgo”. Los rasgos son constitutivos tanto de la personalidad normal como patológica, se transformarían en Trastornos de la personalidad cuando son inflexibles y desadaptativos, omnipresentes, de inicio precoz, resistentes al cambio y causantes de deterioro y malestar significativo. Livesley (citado en Moreno Gea, 2006) propone que los TP “sean considerados una entidad diagnóstica única definida por una patología severa del yo y por dificultades interpersonales crónicas”.

Para los teóricos de los rasgos, éstos serían patrones persistentes de  formas de percibir, relacionarse y pensar sobre el entorno y sobre uno mismo. La personalidad es definida como la identidad personal ante uno mismo y ante los demás.

En (Fernández-Álvarez, 2006) se revisa la imposibilidad de establecer una discontinuidad entre modos funcionales y disfuncionales de la personalidad y la excesiva comorbilidad entre los trastornos de la Personalidad. El autor propone describir la personalidad como una combinación única de componentes presentes en todas las personas con una organización peculiar en cada una de ellas quedando representada en un perfil específico en cada trastorno.

El DSM (MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES) ha sido el mayor defensor de los sistemas categoriales a la hora de diagnosticar los Trastornos de la personalidad ocasionando en los clínicos problemas para el diagnóstico de los mismos.

Algunos de los problemas que del DSM-IV han tratado de ser corregidos presentando en la actualidad en el DSM 5  los Trastornos de la Personalidad como una forma de pensar y sentir acerca de uno mismo y los otros que puede afectar a cómo funciona un individuo en muchos aspectos de la vida. El DSM 5 ofrece una modelo al que denomina híbrido que incluye la evaluación de las deficiencias en el funcionamiento de la personalidad (cómo un individuo se experimenta a sí mismo, así como a los demás).

Por otra parte, otro de los problemas derivados de los  diagnósticos categoriales ha sido en cuanto a la división en ejes, hasta la aparición del DSM 5, entre los llamados Trastornos Clínicos que constituían el llamado EJE I, dentro del cual estaban incluidos los Trastornos del estado de ánimo, los trastornos de ansiedad, los trastornos somatomorfos, …) y el EJE II al cual pertenecían los llamados Trastornos de la personalidad. Esta separación ha ocasionado a lo largo de los años numerosas críticas puesto que separa aquellas patologías relacionadas con la personalidad consideradas egosintónicas, de los síndromes clínicos considerados egodistónicos. Sin embargo, los límites entre los trastornos del eje I y del eje II son muy frecuentemente difusos, sobre todo en la práctica clínica habitual.

La excesiva comorbilidad entre los propios Trastornos de la personaliad y entre los Trastornos del eje I y el ej II debe hacer que nos planteemos su división artificiosa y podamos empezar a pensar en la comprensión integral de la psicopatología. Para  Tyrer P, Seivewright H, Johnson T. (citados en Moreno Gea, 2006) la comorbilidad es una demostración excelente del fallo de un sistema de clasificación. La comorbilidad  para (Conde Lopez, V. J. M; Rubio Sanchez, J. L., citados en Moreno Díaz y Medina León, 2006)  es el resultado de la falta de teorías específicas sobre la historia natural de la enfermedad. En Tyrer, P.; Casey, P.; Gall, J., (citados en Moreno Díaz y Medina León, 2006) se resume la problemática del siguiente modo: “…la presencia de trastornos diferentes no significa necesariamente que el sujeto posea diagnósticos diferentes y coexistentes”. Para Moreno y Medina pudiera ser que la actual impericia para fabricar consistentemente nuevas entidades nosográficas, se debiera más  a la insuficiencia en saber describir  conjuntos sindrómicos pasajeros y patoplásticos, que responden a diversos niveles de profundidad lesional, en el sentido de entes geológicos estructurales de la conformación óntica de la persona.Krueger, 2005, proporciona una comprensión de las razones por las que los trastornos mentales son frecuentemente comórbidos. Su trabajo se acerca a la explicación de la comorbilidad como una observación empírica a falta de un modelo explicativo. Argumenta cómo la proximidad de la conexión entre los Trastornos de la personalidad y los Síndromes clínicos puede ser entendida si se observa a través del prisma de funcionamiento general de la personalidad.

En el DSM 5 (MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES) de reciente aparición, los dos sistemas de ejes se han desplazado a un solo sistema, pero esta propuesta sigue sin resolver el problema de base puesto que no establece un eje dimensional de nuevo entre los trastornos de la personalidad y los síndromes clínicos.

En el DSM 5 aparecen dos secciones, una de ellas representa una actualización del texto asociado con los mismos criterios del DSM 4, mientras que otra de las secciones incluye el nuevo modelo de investigación propuesto para el diagnóstico de Trastorno de la Personalidad.

Como indica el propio DSM: «El enfoque diagnóstico utilizado en este manual representa la perspectiva categoral de que Los Trastornos de la Personalidad son síndromes clínicos cualitativamente distintos». Sin embargo, en esta nueva edición del manual, se propone una alternativa dimensional que considera los Trastornos de la Personalidad como «variaciones desadaptativas de los rasgos de la personalidad, que se mezclan imperceptiblemente con la normalidad y entre ellos».

En el modelo alternativo que propone el DSM 5, los trastornos de la personalidad se caracterizan  por dificultades en el FUNCIONAMIENTO de la personalidad y por RASGOS de personalidad patológicos.

Dentro del modelo alternativo que propone el DSM 5, los Trastornos de la Personalidad se caracterizan por dificultades en:

  • Nivel de funcionamiento de la personalidad. La dificultad en el funcionamiento personal (self) e interpersonal.

Funcionamiento personal:

  1. Identidad: La experiencia de uno mismo como único, con límites claros entre le yo y los demás, la estabilidad de la autoestima y la exactitud de la autoevaluación; capacidad y habilidad de regular una amplia gama de experiencias emocionales.
  2. Autodirección: Persecución de objetivos y metas coherentes y significativas a corto plazo y a lo largo de la vida; uso de normas internas de comportamiento constructivista y prosociales; capacidad de autorreflexionar productivamente.

Interpersonal:

  1. Empatía: Comprensión y valoración de experiencias y motivacionales de los demás; tolerancia de diferentes puntos de vista; discernir los efectos de la propia conducta en los demás.
  2. Intimidad: La profundidad y la duración de la relación con los demás; el deseo y la capacidad de cercanía; reciprocidad de la relación reflejada en el comportamiento interpersonal.

*Cuadro gráfico extraído de Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (5ª Edición) American Psychiatric Association.

  • Rasgos de personalidad. 

Los rasgos se organizarían en cinco grandes dominios o ámbitos:

El afecto negativo

El desapego

El antagonismo

La desinhibición.

El psicoticismo.

Estos cinco grandes dominios se componen de 25 facetas de rasgos.

Sin embargo, desde esta nueva perspectiva, el DSM 5  solo contempla los Trastornos de la Personalidad narcisistaantisocialevitativalímiteobsesivo-compulsiva y esquizotípica.

Sin duda, esta nueva sección del DSM abre la puerta a una comprensión más amplia de los Trastornos de la Personalidad con el gran acierto de hacer girar los diferentes trastornos alrededor del concepto IDENTIDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES.

Sin embargo, la relación de los Trastornos de la Personalidad con los llamados Trastornos del eje I sigue quedando sin resolver con las graves consecuencias que tiene para el abordaje terapéutico. 

En el DSM 5, tan solo la Personalidad Evitativa y Límite incorporan la ansiedad y la depresión como rasgos de su personalidad. Este, en nuestra opinión, sigue siendo el gran fracaso del nuevo manual de diagnóstico con implicaciones muy serias en el tratamiento posterior.

Por todos es conocida la egosintonía de los Trastornos de la Personalidad, es decir, la falta de conocimiento del propio individuo de la dificultad de funcionamiento de su personalidad. Lo que sin duda es más evidente para la persona son aquellos síntomas que de forma recidivante sufre a lo largo del tiempo. Los síntomas son egodistónicos, aquello por los que un paciente acude a consulta. Seguiremos siendo ineficaces en el abordaje de la patología de la personalidad si no podemos vislumbrar la personalidad de un individuo a través de los síntomas que nos muestra en nuestras consultas. Los tratamientos psicoterapéuticos se vuelven superficiales. El  abordaje de la psicopatología ansiosa, depresiva, todos aquellos problemas que el paciente presenta de índole sexual, trastornos de la alimentación, abuso de sustancias, sigue llevándose a cabo desde diferentes corrientes  psicológicas con la finalidad de disminuir dicha sintomatología, pero SERÁ ABSOLUTAMENTE INEFICAZ si no se toma en consideración la personalidad y su disfunción identitaria e interpersonal.

Que duda cabe que otro de los motivos por los que un paciente acude a consulta, son todos aquellos problemas relacionados con las dificultades interpersonales. El DSM 5, como comentábamos más arriba, ha conseguido incluir como elemento característico de los Trastornos de la Personalidad el funcionamiento Interpersonal. Sin embargo, dificultades en las relaciones matrimoniales, problemas para encontrar una forma de relacionarse con los demás, constantes desencuentros en las relaciones entre padres e hijos, siguen siendo hoy en día abordadas sin tomar en consideración la personalidad de cada uno de los individuos que componen la relación.

Desde una Psicoterapia de corte integrador proponemos que la personalidad sea la que guíe el abordaje de la sintomatología, así como las dificultades en el funcionamiento interpersonal. 

Un ejemplo de lo expuesto, pueden encontrarlo en el siguiente enlace donde se exponen los síntomas que caracterizan a las diferentes personalidades, así como los problemas en las relaciones interpersonales que caracterizan a cada Trastorno de la Personalidad.

En  Millon 1999, es la propia personalidad  la que debe guiar la terapia mediante la combinación de las diversas terapias existentes según las diversas características problemáticas de la personalidad del paciente. Para Millon los trastornos de la personalidad serán definidos como “contextos psicopatológicos complejos cuyo núcleo es un determinado estilo de afrontamiento interpersonal alterado por el que se tiende a generar y/o a no resolver conflictos intra y/o interpersonales”.

Siguiendo a Millon, Everly y Davis, Retzlaff y Dorr, (citados en Quiroga Romero y Errasti Pérez, 2001), no se trataría tanto de aplicar las técnicas existentes tomadas globalmente a trastornos enteros sino que habría que ir guiando el propio proceso de la terapia, con las múltiples técnicas de las que dispone la psicología, según el aspecto concreto de la personalidad trastornada que vaya interesando modificar en cada momento. En efecto, la personalidad de un sujeto tendría muchos aspectos –comportamiento interpersonal, esquemas cognitivos, mecanismos de defensa, etc.–, que no en todos los trastornos ni en todos los casos estarían alterados por igual, de manera que en esta «psicoterapia guiada por la personalidad» sería preciso planificar el tratamiento jerarquizando las conductas que han de modificarse, y emplear para ello una secuenciación y una combinación de las diversas técnicas disponibles en el arsenal de la Psicología.

Siguiendo el planteamiento de Millon, en cuanto a la aplicación de las técnicas psicológicas de las que disponemos en la actualidad, el gran problema de la historia de la psicología ha sido haber estado construida de retazos donde el nacimiento de una escuela ha desplazado a la que dejaba atrás sin integrarla y rechazándola.  Ningún modelo ha recogido las aportaciones que hasta la fecha habían podido madurar otros modelos. Solo en los últimos años han surgido ideas integradoras que hilvanan diferentes aproximaciones.

Para Magnavita (2012) los antecedentes históricos conducen a lo que parece ser un fenómeno emergente en el campo de la ciencia de la clínica  psicológica que es hacia la unificación. Se hace imprescindible  el uso de un enfoque holístico  necesario para la comprensión de todo el sistema y no cada una de sus partes. Para el autor se hace necesario un marco que de cuenta de la complejidad de la conducta humana, la adaptación, el funcionamiento y la disfunción deben organizarse en un modelo viable que permita a los clínicos orientar su trabajo.

                                LA UTILIDAD CLÍNICA ES LO RELEVANTE (Magnavita,2012)

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