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El periódico La Nueva España entrevista a Andrés Calvo y Esther Blanco sobre el perfil psicológico de Andreas Lubitz, autor del trágico accidente de los Alpes

Publicado el 03/04/2015
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Por Esther Blanco , última actualización el 08/07/2019
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ANDREAS LUBITZ: ¿SE PODRÍA HABER EVITADO?

Todo indica que el piloto Andreas Lubitz padecía una depresión grave y así lo afirman los periódicos alemanes “Die Welt” o “Das Bild” en sus portadas. Por causa de esta depresión Andreas tuvo que interrumpir su formación como piloto en Arizona, estaba a tratamiento en el Clínica Universitaria de Düsseldorf e incluso el fatídico martes del homicidio suicida estaba de baja.

Los diagnósticos como el de depresión grave se utilizan para describir la salud  mental de alguien y poder predecir su comportamiento futuro, entre otras cosas. Todos los diagnósticos que existen, más de trescientos, se recogen desde hace  cuarenta años en manuales estadísticos como el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) que  utilizamos los profesionales de la salud mental de todo el mundo. Según el DSM una depresión se caracteriza por sufrir durante al menos dos semanas los siguientes síntomas: falta de interés en lo cotidiano, cambios en el sueño y el apetito, cansancio, pérdida de concentración, sentimientos de culpa, ánimo depresivo y enlentecimiento motor. ¿Explican estos síntomas que Andreas Lubitz estrellase intencionadamente un avión con ciento cincuenta personas a bordo contra una ladera en los bien conocidos por él Alpes franceses? Evidentemente no.

Poco a poco vamos conociendo más información sobre el carácter, la personalidad de Andreas: problemas en su relación de pareja, la ocultación en varias ocasiones del parte de baja a su empresa que aparecen rotos en la habitación donde vivía con sus padres, la obsesión desde hace años por volar que nos cuenta un amigo de la infancia y lo más sorprendente que publica el periódico “Die Welt” el sábado de nuevo en su portada, Andreas habría anunciado ya en el 2014 que “un día voy a hacer algo que cambiará el sistema y mi nombre será conocido y recordado por todos”.

Estas características de la personalidad de Andreas nos hacen abrir de nuevo el manual DSM pero esta vez no por la página de la  depresión sino por la página de los Trastornos de la Personalidad, un diagnóstico mucho más acertado que evidentemente no se hizo y que podría haber evitado la tragedia.

Todos tenemos una personalidad que nos define constituida por unos rasgos estables que constituyen nuestra forma de ser de comportarnos y de sentirnos. La línea divisoria entre la personalidad normal y la patológica viene dada por la cantidad de rasgo que tenemos. Nuestra personalidad puede ser “radiografiada” por el ojo clínico del especialista y las pruebas psicométricas (tests de personalidad) con una fiabilidad y validez sorprendentemente buena, siendo nuestra personalidad y su diagnóstico unos buenos predictores de nuestro comportamiento. Por ejemplo, sabemos que un 86,8% de los hombres maltratadores presenta algún trastorno de la personalidad (Echeburúa 2008).

Andreas Lubitz premeditó y anunció con megalomanía (ideas de grandeza) el homicidio suicida, hizo muestra de una enfermiza frialdad afectiva hacia los pasajeros y sus familiares descendiendo el avión durante ocho minutos hacia la desgracia intencionada, tenía problemas en las relaciones interpersonales y era obsesivo. Todas estas características indican la existencia de un trastorno de la personalidad siendo mucho más clarificante y completo este diagnóstico que el de depresión.

El uso de los actuales conocimientos científicos sobre la personalidad permiten predecir la conducta del individuo con una gran fiabilidad más allá de los síntomas que padece. No se trata de aumentar la presencia de los pilotos en la cabina de vuelo sino de saber más cómo son éstos y qué pueden llegar a hacer, es decir, usar más los conocimientos sobre la personalidad de los pilotos a los que todos los días les confiamos nuestras vidas. La tragedia quizás se podría haber evitado.

Autores: Andrés Calvo Kalch y Esther Blanco García

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