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Construcción de un apego seguro en los bebés

Publicado el 23/02/2022
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Por Esther Blanco , última actualización el 23/02/2022
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Los primeros tres años de vida son una ventana clave del desarrollo. No se puede desarrollar el ser humano sin un vínculo. Ese vínculo puede ser de distintos tipos, el más sano es llamado apego seguro.

Pero ¿qué es el apego seguro?

Es regulación, conexión y exploración.
Cuando hablamos de regulación, estamos hablando de unas competencias que tiene que tener el adulto en el vínculo, competencias que tienen que ver con ser capaz de regular sus propios estados emocionales [a través de corregulación (puedo ser regulado a través de otros adultos, tengo formas seguras de vincularme con ellos, bajando mi nivel de ansiedad-tristeza-enfado) y la otra vía es la autorregulación (puedo hacerlo yo por mi cuenta)] y al mismo tiempo el que sufre el bebé/niño/adolescente. Cuando nos referimos a la conexión, hablamos de saber resonar, sintonizar, conectar con las emociones propias y con las que siente el bebé/niño/adolescente. Una vez que el adulto ha regulado y conectado, aparece la tercera pata: la exploración.
Estos procesos proporcionan al niño un círculo de seguridad, en el que gracias a la base segura, el niño puede explorar y aprender (parte superior), y gracias a considerarlo un refugio seguro, siempre puede volver a él para regularse (parte inferior), debido a necesidades fisiológicas por ejemplo, que requieren de mí esa necesidad de cubrirla, como notar frío, estar cansado, estresado o incluso excesivamente activado, contento. Ya no estaría con atención a un tercer objeto como en la exploración, sino con la atención a las necesidades propias, orgánicas y emocionales. En la parte inferior veríamos la regulación y la conexión; la regulación está relacionada con la capacidad de consuelo que nos llegue de parte del otro, y la parte de conexión tiene que ver con la capacidad que tenga el cuidador de identificar que el otro tiene una necesidad (dar la bienvenida al otro+alegrarme en el otro+organizar sus sentimientos+poder entender qué ha ocurrido). Así, el infante poco a poco va “llenando taza”, hasta pasar a la parte superior del círculo, la de exploración, pero no puedo estar en la parte superior si necesito conexión.

En un apego seguro, el niño recorrería el círculo en el sentido de las agujas del reloj.
De forma opuesta a las técnicas de conducta, las de apego nos dan herramientas de relación para que podamos entender las necesidades de los infantes, generando en ellos una seguridad duradera en ellos y más satisfacción en los cuidadores.
Todas las personas, en todas las edades, tienen necesidades de apego, que se pueden dividir en tres:

La primera, necesitamos la libertad y confianza para explorar el mundo (Salir del círculo);

La segunda, sentir la seguridad de que cuando sea que esté listo, puede volver a buscar protección y consuelo (entrar en el círculo),

Y tercero, necesita que su cuidador se haga cargo de una forma cariñosa (manos en el círculo).

La confianza de los niños en los cuidadores crecerá si éstos aprenden a identificar sus necesidades, porque si hacen una lectura incorrecta, se les puede provocar dolor y frustración.

Todos sabemos lo doloroso que es que nos mantengan demasiado cerca cuando necesitamos explorar, o que mantengan la distancia cuando necesitamos apoyo emocional. En todo momento, los niños se encuentran en algún punto de este círculo.

Todos los padres se equivocan, pero si se cubren las necesidades del niño la mayor parte del tiempo posible, el resultado serán niños más sanos, felices y seguros.

La regulación emocional no implica estar bien: implica sentir, de forma ecológica, lo que encaja en una determinada situación. Muchos de los problemas de los pacientes tienen que ver, por un lado, con sentir emociones que no encajan en esa situación (sentir miedo en contextos relacionales, donde no hay realmente un peligro objetivo, o sentir una excesiva vergüenza en contextos donde no encajaría sentir tanta vergüenza). Hablamos de emociones claves en el desarrollo de un vínculo seguro, como son la alegría, curiosidad, miedo, vergüenza y enfado. Cuando hay problemas en estas emociones clave, o en emociones más complejas que se puedan apoyar en estas emociones, hablamos de problemas de regulación emocional; no que no ocurran dichas emociones, sino que existe un problema de intensidad emocional, sintiendo demasiado o con demasiada frecuencia — desproporción, o demasiado poco, o incapaces de sentir a muchos niveles.

Por tanto, la regulación emocional, entrenada correctamente a través del vínculo de apego, puede hacer que el niño, adolescente y luego adulto, pueda sentir una variedad de emociones en una intensidad variable que va a encajar con la realidad de la situación.

Los bebés no pueden regular sus estados fisiológicos y emocionales. Nuestra especie nace con unas estructuras cerebrales que tienen que madurar y a la vez entrenarse. La competencia y la capacidad de regulación no es algo que nos venga de serie. Por tanto, está claro que los bebés no pueden hacerlo por sí sólos, que necesitan un vínculo para sobrevivir.

Por tanto,

¿Quién regula por el bebé sus estados?

Un adulto. El adulto conecta con lo que necesita el bebé (por tanto, un adulto previamente seguro y calmado, competente), y al regularse, el bebé pasa a estar bien. Cuanto más pequeño, más rápido hay que calmar la necesidad. Si esto sucede una y otra vez, se produce un proceso de aprendizaje básico: cuando yo esté mal, algo va a suceder, y voy a estar bien. Ese algo sucede en relación con otro. Sin embargo, no siempre se va a poder cumplir esta necesidad; sin embargo, con que el 30% de las veces se pueda cubrir esta necesidad, el vínculo será lo suficientemente bueno. Esto no quiere decir que el otro 70% se pueda ignorar al bebé, siempre tiene que haber intención de cuidado.

A medida que va creciendo el bebé, vamos viendo cómo el bebé va creciendo él mismo y a través de la relación, a través de la co-regulación y el acompañamiento en la autorregulación de la relación cuidador-infante. Llegará un punto donde ya no será tan necesaria la implicación materna, sino que sólo con estar presentes será suficiente.
No puede haber conexión con el otro si el individuo no está lo suficientemente regulado. Si el sistema límbico está muy activado, el prefrontal no se activa.
Si el bebé está regulado, conecta. En los bebés pequeños, esta conexión sí está relacionada con el contacto visual, pero a medida que crece, no es tan necesario.
Estar conectado es resonar, y resonar es sentirse sentido, sentir un poco lo que el otro siente. Si el niño está regulado, y por tanto calmado, se hace contacto, la parte de abajo del círculo. Cuando desvía la mirada (en el caso de los más peques), se vuelve a la parte superior del círculo. Cuanto más pequeño, menos tiempo puede estar en contacto visual, ya que se activa mucho (a nivel de neuronas espejo). Conecta-desconecta.
Hay determinados ingredientes en la relación madre-hijo que serán predictores de éxito. Uno de ellos es la capacidad del adulto por alegrarse en la relación y de disfrutar de la relación y de mostrar ambas cosas; cuanta más, mejor. Alegría por estar en relación, porque el otro existe… esto está relacionado con la aceptación incondicional, aunque no es esto exactamente.
Esta alegría y disfrute se refleja en los momentos compartidos; con los más peques, puede ser compartir el descubrimiento que hacen de su propio pie.

¿Qué pasos tenemos que dar para poner el foco en el infante?

Atenderle, mirarle, advertir su ritmo de salir y entrar y estar ok y no ok.
Para que un niño pueda explorar, hay que permitir que ponga en práctica sus destrezas, que se equivoque… permitir que APRENDA. Esto ocurre en la parte superior del círculo, la BASE SEGURA. El día de mañana, cuando el adolescente no esté bajo al supervisión visual de su padre, habrá otros signos que le harán entender que la exploración es segura.

Consejos para padres

– Siempre ser más grande, fuerte, sabio y bondadoso: mantener el equilibrio. Aquí lo difícil es moverse entre la agresividad (serlo demasiado) y la debilidad (no ser capaz de hacerse cargo y ser firme, no saber valorar qué necesidad específica tengo que seguir).
– Siempre que sea posible, seguir la necesidad del niño. Es importante que esta necesidad se siga al menos el 30% de las veces.
– Observar al niño
– Identificar si está arriba o abajo
– Identificar necesidad específica
– Seguir y cubrir esa necesidad
– Cuando sea necesario, hacerse cargo. Por ejemplo, cuando hay una pelea entre hermanos, o cuando el niño quiere ponerse a hacer manualidades justo antes de salir de casa.
– Incompatible con seguir necesidad
– Cuando hay que seguir necesidad de otro
– Establecimiento de normas y límites
– Horarios, obligaciones y estructura.

Es importante que el adulto vea dónde se siente más cómodo.

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