La validación emocional por parte del terapeuta implica comunicar al paciente que sus respuestas emocionales tienen sentido y son entendibles dentro de su historia y/o contexto actual (Linehan, 1993).
La validación emocional consta de tres partes o acciones:
La invalidación, por el contrario, es comunicarle al otro que lo que siente es incorrecto, que debería sentir diferente; no aceptando su experiencia emocional:
Ante esto ocurre una disonancia entre lo que la persona siente y la reacción de su entorno; pudiendo generar frustración, culpa e inseguridad. En: “Volver a aprender a montar en bicicleta”:
“La invalidación no proporciona la ayuda necesaria para manejar, entender y canalizar lo que uno siente. La persona se siente confusa, asustada y experimenta una disonancia entre lo que le ocurre y la reacción del entorno. Esta diferencia la resuelve pensando que lo que le sucede se debe a fallos en su persona y que no puede fiarse de sí misma”.
El ambiente invalidante promueve el control de la expresividad emocional, de manera que las experiencias negativas son trivializadas y atribuidas a rasgos negativos como la falta de motivación, falta de disciplina y fracaso a la hora de adoptar una actitud positiva. Por su parte, las emociones positivas fuertes pueden ser atribuidas a rasgos de juicio, falta de reflexión o mera impulsividad. Este ambiente invalidante contribuye a la desregulación de las emociones, porque se fracasa a la hora de enseñar a poner nombre a las emociones y a modular la activación, a tolerar el malestar y a confiar en las propias respuestas emocionales como interpretaciones válidas (Linehan).
La invalidación emocional, especialmente de las emociones negativas, es un estilo de interacción característica de las sociedades modernas actuales, que premian y fomentan el individualismo, junto con el autocontrol, el logro individual y el positivismo.
Teóricamente parece fácil aceptar las emociones del otro, pero en la práctica surgen dificultades. Una razón es que este estilo de comunicación está muy arraigado en nuestra sociedad, no siendo conscientes de ello. Otra razón por la que nos cuesta validar las emociones del otro es la falta o las dificultades de empatía. Por otro lado, está la ansiedad y/o malestar que sentimos ante el malestar del otro y al querer ayudarle a sentirse mejor, y de paso, sentirnos mejor nosotros, sobre todo, cuando estamos ante emociones desagradables o dolorosas, pasándolas rápidamente por alto y/o minimizando o negándolas (“no te enfades”, “no te preocupes”). Otro posible riesgo es que no debemos confundir con el sentir con el hacer; el validar la emoción no significa que estemos de acuerdo con su manejo o la conducta del otro ni es incompatible con marcar límites, y esto hay que transmitirlo.
La validación emocional puede resultar difícil ante ciertas conductas impulsivas, ciertas situaciones o ciertas emociones como las instrumentales, sobre todo, cuando estas ultimas no son conscientes por parte del otro, y que están destinadas a conseguir un objetivo y esto a veces no es visto por el otro.
Simplificando, cuando un terapeuta utiliza estrategias de validación emocional lo que hace es alguna de estas cuatro cosas (o varias a la vez) (Terapia Dialéctico Conductual):
Si “el otro” habla desde lo emocional, no empatizamos si respondemos a nivel intelectual. Las emociones intensas impiden el procesamiento de lo intelectual. Cuando una olla exprés tiene mucha presión, no se puede abrir. Cuando estamos en pleno impacto emocional, no se puede razonar. La comunicación entre estos dos niveles: el cognitivo y el emocional, se encuentran desconectadas. Por tanto, se ha de escuchar desde la emoción y responder desde la emoción. Es compartir con la persona lo que está experimentando y transmitirlo desde la aceptación.
La Clínica Persum es una Clínica de psicólogos en Oviedo caracterizada por el uso de técnica extraídas de los diferentes enfoques que han demostrado su eficacia en el tratamientos de las diferentes psicopatologías. La Validación Emocional es además una técnica imprescindible en el abordaje de los Trastornos de Personalidad. Pero su uso no solo ha de verse circunscrito a un entorno clínico sino que además es un recurso imprescindible en nuestra relación con los demás.
De Flores Formenti, T. (2007). Volver a aprender a montar en bicicleta”. Barcelona: Morales y Torres.
Linehan, M. (2005). Manual de tratamiento de los trastornos de personalidad límite. Barcelona: Paidós (Psicología Psiquiatría Psicoterapia).