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¿Cuándo hay que ir a una terapia de pareja?

Publicado el 23/07/2023
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Por RP@Persum , última actualización el 29/08/2023
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¿Cuándo hay que ir a una terapia de pareja?

Una relación sana y madura de pareja depende de la presencia de una serie de características asociadas a la buena integración de las capacidades cognitivas y emocionales de sus miembros.

Poder idealizar al otro de una manera compensada, confiar de forma recíproca, agradecer el amor recibido, saber perdonar y pedir perdón, tener un interés genuino en el proyecto vital del otro a la par que se comparte el propio y se busca uno en común, depender de forma madura sin entrar en dinámicas de poder, mantener viva la pasión sexual y tener la capacidad de asumir la pérdida de la relación son cualidades fundamentales en una relación saludable.

Por ello, cuando alguno o varios de estos componentes no están presentes, la relación puede adolecer de problemas que generan sufrimiento a uno o ambos miembros de la pareja. Una idealización excesiva del otro puede llevar a la dependencia o devaluación al no colmarse las expectativas; no ser capaz de aceptar y agradecer el amor recibido puede provocar el sabotaje y/o la frustración; la incapacidad para perdonar y confiar deriva en dinámicas paranoides, etc.

La necesidad de acudir a una terapia de pareja puede aflorar en el momento en que estas carencias imposibilitan un funcionamiento adaptativo de los integrantes en la relación; pero en muchas ocasiones la decisión se retrasa en exceso, cuando el punto de deterioro de la relación presenta una gravedad que dificulta la comunicación y la convivencia, lo cual hace más difícil la intervención terapéutica. Por ello, se recomienda comenzar el trabajo terapéutico cuando la brecha comunicacional es salvable y aún quedan ámbitos de la relación donde puede haber intercambios saludables.

¿Cuáles son los pasos a seguir en una terapia de pareja?

En primer lugar, debe haber una percepción compartida en la pareja de que hay problemas que necesitan ser abordados para mejorar la calidad de la relación, asumiendo la responsabilidad del cambio de forma tanto individual como conjunta entre ellos y con el terapeuta. Este requisito, que los objetivos sean compartidos entre los participantes de la terapia, es indispensable para que el proceso pueda funcionar. En ciertos casos, será necesario tener previamente sesiones individuales con cada miembro para poder sentar las bases de lo que será la terapia de pareja.

El Tratamiento Basado en la Mentalización para Parejas (MBT-CT) es un abordaje psicoanalítico de las dinámicas relacionales diseñado para parejas que tienen dificultades a la hora de manejar emociones difíciles sin recurrir a comportamientos disfuncionales. El objetivo principal en el trabajo terapéutico con parejas en MBT-CT es crear las condiciones para que los integrantes entiendan el funcionamiento de su mundo interno y de cómo influye este sobre la forma que tienen de vincularse en la intimidad; así como que tengan la posibilidad de comunicarse al respecto, sin que haya una desregulación de las emociones que pueda ser amenazante para la relación (gritar, culpar, victimizarse, etc.). Es decir, que puedan mentalizar tanto al otro como a sí mismos en el contexto seguro de la sesión, siendo así conscientes de las carencias que ponen en riesgo el buen funcionamiento de la pareja para poder modificarlas.

A medida que los integrantes de la pareja se van haciendo conscientes de sus dinámicas disfuncionales, pueden empezar a identificar ciertas temáticas recurrentes tanto de la pareja como de su propia historia de aprendizaje con otros vínculos problemáticos (celos, distancia emocional, competición, complacencia, etc.) y a atajarlas antes de que se desplieguen o repararlas a posteriori; inicialmente en el contexto de la sesión y posteriormente generalizando esta capacidad al contexto natural.

Una vez se haya integrado la capacidad mentalizadora en el funcionamiento de la relación, ambas partes serán más capaces de reaccionar ante los problemas que puedan emerger comprendiéndose a sí mismos y al otro, sin que esto desemboque en conflictos que provoquen mella en la pareja (o pudiendo repararlos posteriormente cuando los recursos internos no permiten hacerlo en el momento).

Pasos a seguir en una terapia de pareja

¿Cómo trabajar la comunicación en la pareja?

A la hora de intervenir sobre estas fallas comunicacionales, el terapeuta intervendrá a menudo para adecuar el ritmo y el tono de las conversaciones de forma que sean reflexivas y empáticas (mentalizadoras), reconduciendo la atención al momento en el que la capacidad de pensar se ve comprometida y tratando de entender qué sucede en esos instantes. Esto permite llevar a cabo una exploración más profunda de los procesos subyacentes que a menudo desembocan en problemas ligados a las capacidades antes mencionadas.

Por ejemplo, que uno de los integrantes de la pareja se lleve el teléfono móvil al baño cuando llega a casa puede despertar sentimientos de desconfianza en el otro, que actuará de forma pasivo-agresiva y despertará a su vez suspicacia en su pareja, comenzando así un círculo vicioso de interacciones dañinas e irreflexivas. En sesión, el terapeuta podría explorar la forma en que la desconfianza se activa en el paciente cuando no puede tener control sobre las situaciones donde siente incertidumbre y cómo no se permite expresar su vulnerabilidad de una forma abierta con su pareja, llevándole esto a actuar de forma agresiva. Subrayar y comprender esta dinámica permitiría un mayor espacio de maniobra para actuar de una forma reflexiva y compasiva por ambas partes.

Una vez haya una comprensión clara del origen del malentendido, cada una de las partes podrá regularse sin volcar en el otro la causa de sus reacciones, lo que en muchas ocasiones genera defensividad de forma recíproca; y podrán resolver el conflicto de una manera compensada, teniendo en mente el funcionamiento del otro y encontrando el equilibrio entre comprender y favorecer el cambio de los comportamientos desadaptativos de ambos.

¿Cómo saber si mi matrimonio está en crisis?

Como se señalaba con anterioridad, las limitaciones a la capacidad de amar pueden conducir a un punto en el que una o ambas partes del matrimonio dejan de sentirse satisfechas con la relación. Situaciones del día a día que en otro momento proporcionaban una oportunidad para disfrutar conjuntamente y compartirse (por ejemplo, desayunar juntos, dar un paseo o ver una película antes de acostarse) empiezan a instigar sentimientos de tedio, angustia, irritación o indiferencia. La relación pasa a convertirse en un contexto donde el individuo se siente atrapado, habitando un vínculo donde la capacidad colaborativa se desvanece y da paso a una lucha de poder que puede ser severamente desgastante para los integrantes del matrimonio.

Asimismo, la comunicación se vuelve torpe, superficial, distante, instrumental, etc. En este punto, la mentalización de la pareja se ve comprometida, y la capacidad de percibir al otro como agente y reconocerlo en su subjetividad se desdibuja en favor de una reducción mutua a una serie de clichés aprendidos a lo largo de la historia de aprendizaje vincular individual (por ejemplo, “siempre estás montando dramas por todo, parece que solamente tienes el objetivo de incordiarme” o “no te importo en absoluto, al final lo único que haces es mirar por tus propios intereses”). Esta falta de mentalización es un factor que a menudo conduce a problemas de celos, de índole sexual, infidelidades, desinterés, etc.

Cuando un matrimonio alcanza o se acerca a este punto, es necesario afrontar la crisis lo antes posible para que las consecuencias sean atajadas a tiempo y se pueda restaurar (o instaurar en ciertos casos) la mentalización en el núcleo de la relación.

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