Según el Instituto Nacional de Estadística, el 5,25% de la población española
mayor de 15 años padece depresión, en mayor o menor grado.
Tabla de contenidos
La imagen que se tiene de la depresión actualmente es la de una persona triste
mal aseada, que no tiene ganas de nada, que ve el mundo negro y que no quiere
levantarse de la cama. Esta imagen de la depresión, que puede ser cierta para algunas
personas que sufren este problema, no abarca la gran variedad de casos y perfiles que se
observan día a día en la clínica.
La depresión está definida por dos pilares fundamentales:
La tristeza
Pérdida del placer.
Uno hace referencia al sufrimiento constante de una gran tristeza, que permea
toda la vida de la persona y le genera una gran infelicidad. El otro hace referencia a la
pérdida en el interés y el disfrute por cosas que antes gustaban a la persona; esto
incluye casos en los que las pasiones e intereses de la persona (como, por ejemplo, la
lectura, el deporte, el baile…) ya no resulten tan placenteras como antes.
Unido a esto, la depresión suele venir acompañada de otras alteraciones como:
Como se puede ver, el estereotipo de la persona con depresión cumpliría todas
estas facetas, pero no es necesario que se den todas para hablar de un caso de depresión.
Por supuesto, leyendo esta lista, es posible que nos identifiquemos con estas
vivencias. Al fin y al cabo, es posible que la vida nos empuje muchas veces hacia un
estado depresivo, donde nos vemos sin fuerzas para afrontar las cosas y necesitemos
retirarnos un tiempo para digerir las emociones.
Sí y no.
Hay muchos momentos en la vida donde es natural estar triste y perder las ganas
de todo: Si se nos muere un ser querido o una mascota; si cortamos lazos con gente a la
que queremos o nos encontramos en una ruptura de pareja; si perdemos nuestro trabajo
o ha ocurrido alguna catástrofe que nos ha hecho perder nuestra casa; o, incluso, si estamos pasando por una temporada donde, sin ninguna razón aparente, nos
encontramos alicaídos y derrotados.
Todos hemos tenido momentos así y no implican, en principio, ninguna clase de
alteración que requiera de una ayuda profesional.
Sin embargo, volviendo a la lista del principio, la depresión posee un importante
matiz temporal.
La vida muchas veces nos tumba y nos amarga, pero cuándo puede ser útil pedir ayuda depende de si las respuestas a estas preguntas se resumen en “demasiado tiempo”.
Como ya se ha dicho, las personas con depresión pueden ser muy distintas.
Un/a viudo/a que, tras la muerte de su cónyuge, ya no tiene ganas de hacer nada.
Una madre trabajadora, aplastada entre un empleo exigente y una casa a cuestas. Un
adolescente que ha sufrido abusos en el colegio y que ha llegado a la adultez sintiendo
que es un cero a la izquierda. Un antiguo adicto cuyo abuso de sustancias le ha
destrozado la vida.
Cada una de estas personas podría presentar depresión, con formas muy
diferentes entre sí. Sin embargo, es posible que estas personas requieran de una ayuda
profesional, dado que, con seguridad, comparten el núcleo de la depresión:
Desazón y falta de pasión por las cosas, ambas cosas alargadas en el tiempo y poco a poco acabando sus ganas por la vida. Su día a día podría ser considerado propio de una vida sin color, sin expectativas o ilusiones, siendo así semana tras semana, mes tras mes.
Por supuesto, la vida no es un camino de rosas, pero si esta realidad apagada es
la tónica general, especialmente si está acompañada por ideas suicidas, es posible que
sea útil requerir de la ayuda de un profesional, a través del cual pueda usted entender de
donde viene esta desazón y pueda salir del pozo para vivir una vida satisfactoria. Dicho
con otras palabras, pueda salir del hoyo para vislumbrar una vida distinta.