Cuando alguien está deprimido su cuerpo y su mente se desmorona. Se encuentra cansado y con falta de ganas (anhedonia). Lo que antes le interesaba ahora ha dejado de hacerlo. Duerme mal y su apetito está descontrolado. Cualquier cosa pequeña le parece una montaña, se enfada fácilmente haciéndose su mundo pequeño y obtuso: no existen ilusiones ni objetivos por los que moverse. La depresión tiñe todo lo que rodea al paciente: su autoimagen, su entorno y el futuro.
Algo parecido ocurre en los estados ansiosos muchas veces unidos a los depresivos: tensión, nerviosismo e incluso miedo intenso. La persona se encuentra en un estado de alerta esperando que algo malo suceda. Esta ansiedad le impide pensar y concentrarse en otras cosas, lo invade todo. Las sensaciones como el vértigo, los mareos, los temblores, la presión en el pecho, la agitación, entre otras, crean en la persona una indefensión, nada puede hacer para evitar la ansiedad.
Detrás de todo sentimiento ansioso y depresivo y detrás de toda emoción negativa se encuentra un pensamiento negativo. Estos pensamientos negativos, casi siempre olvidados, son los responsables directamente de que una persona se encuentre deprimida y ansiosa. Estos pensamientos negativos se integran en el pensamiento general de la persona deprimida o ansiosa y ni ella misma se da cuenta de que los piensan: son pensamientos automáticos. La persona que los padece no es consciente de que los tiene. Se ha acostumbrado de tal forma a vivir con ellos que ya ni los reconoce. Son involuntarios y constituyen un constante diálogo interno con nosotros mismos La terapia cognitiva le ayuda a reconocerlos y cambiarlos mejorando así su estado de ánimo.
Todo lo que nos ocurre cada día para que sea comprendido ha de ser pensado. Desde un movimiento para coger algo, una noticia que escuchamos en la radio, un gesto de alguien… todo, absolutamente todo pasa por el filtro de nuestra mente. Lógicamente no podemos ser conscientes de todo lo que pensamos, nuestro cerebro «automatiza» una gran parte de nuestros pensamientos para ahorrarnos este pesado trabajo y solo somos conscientes de que pensamos cuando tenemos intención de pensar. Es decir, los pensamientos automáticos están presentes en nosotros casi todo el tiempo aunque no seamos conscientes de ello.
Por ejemplo, muchos pacientes depresivos se quejan de «tener la autoestima por los suelos». Al preguntarles qué quieren decir con ello suelen contestar directamente que tiene la sensación de que se encuentran agobiados, cansados o simplemente contestan a esta pregunta diciendo un «no sé qué me pasa».
Detrás de estos SENTIMIENTOS dicen que PIENSAN cosas como «no valgo para nada», «nadie me quiere», «todo me sale mal» entre otros pensamientos depresivos. Estos pensamientos son automáticos y ocurren inmediatamente antes de cada sentimiento negativo que la persona sufre. Pero además el paciente no es capaz de percibirlos y por consiguiente no puede cambiarlos.
Sólo cuando el terapeuta cognitivo le hace ver cómo y qué piensa es capaz el paciente de superar la depresión.
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