PERSUM Clínica de Psicoterapia y Personalidad
Calle Uria, 18, 3º derecha, 33003 Oviedo, Asturias (ESPAÑA)
Inicio > Actualidad > Comportamiento de una persona con Trastorno Límite de la Personalidad
Actualidad

Comportamiento de una persona con Trastorno Límite de la Personalidad

Publicado el 22/08/2023
en .
Por RP@Persum , última actualización el 29/08/2023
Compartir:

Persona con Trastorno Límite de la Personalidad

A pesar de las caóticas y bruscas transiciones que a menudo se dan en la experiencia subjetiva del paciente con TLP, hay una serie de estados recurrentes que tienden a darse en la mayoría de las personas con este trastorno, caracterizados por esa misma inestabilidad y desregulación.

Estos estados mentales parten de dos concepciones troncales del sí mismo, que tienen un carácter más fijo y estable: el yo indigno y el yo vulnerable. El primero de ellos está asociado a una sensación de ser esencial e intrínsecamente defectuoso, inepto, detestable, radicalmente inaceptable. Esta percepción nace habitualmente en el contexto de experiencias de abandono o rechazo por parte de personas significativas. El yo vulnerable, por su parte, está ligado a la percepción de que uno no puede resistir los envites de la vida, que los demás conseguirán fácilmente herirlo o anularlo y que se encuentra sin recursos para poder afrontar estas situaciones.

Estado autoinvalidante

El primero de los estados mentales que mencionaremos es el estado autoinvalidante, donde ese sentimiento de yo indigno se manifiesta a través de la rabia y el desprecio hacia uno mismo, la atención selectiva a los fracasos personales con desdén hacia los logros, y la maximización de los propios defectos (p.e. «No he conseguido nada importante en mi vida y los demás sí, no soy más que un fraude y encima estoy todo el día quejándome de ello»). Esta autocrítica constante y despiadada puede derivar en cuadros depresivos, trastornos de la conducta alimentaria o comportamientos autodestructivos.

Estado de rabia/injusticia sufrida

La rabia es una de las emociones predominantes en el trastorno, a menudo como respuesta a la amenaza de separación de un ser querido o a la ruptura de la idealización. La diferencia es que, en este caso, los ataques no se vuelcan tanto sobre uno mismo como sobre el otro, ya que hay una percepción de agravio recibido (p.e., «este imbécil no responde a los mensajes y pasa de mí como todos, aquí nadie se preocupa por mí»). La frustración de las necesidades afectivas puede desembocar en un aumento de la intensidad de los impulsos y su consecuente actuación, así como los síntomas depresivos vinculados al yo indigno anteriormente mencionado.

Estado de pena, culpa o daño ocasionado

Cuando el paciente consigue tomar conciencia de determinados comportamientos suyos que pueden haber causado daños, aparece una sensación de monstruosidad o maldad personal frente a una víctima inocente que no merecía recibir ese trato («me he pasado mucho con lo que le escribí a mi pareja, no se merece tener que pasar por esto todas las semanas por mi culpa»). Por lo general, este estado aparece en los casos que son menos graves, asociado al miedo a destruir las relaciones íntimas y ser finalmente rechazado. En este estado, el ánimo tenderá a ser depresivo con la posibilidad de autolesionarse como forma de expiación.

Estado de amenaza, soledad y pérdida

La sensación predominante en este estado es de peligro, de la imposibilidad de ser ayudado ante el mismo y de condena («tengo miedo de las críticas que mi pareja pueda hacer de mí, no quiero escucharlas porque creo que me va a dejar, y no quiero estar sola en este mundo»). En el DSM-5, este estado aparece como criterio diagnóstico («esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginario»). En este estado, el peligro de conducta suicida o parasuicida es mayor por percibirlo como única solución posible.

Estado agresivo abusador

Este estado aparece como una posible forma de gestionar la sensación de amenaza mencionada anteriormente, donde el paciente pasa de la indefensión a asumir un rol de agresor dominante, del cual obtiene un sentimiento temporal de seguridad («me dijo que tenía que bajar yo a por pan cuando ya había estado fuera antes, pegué un portazo y yo creo que entendió el mensaje»). Es común que haya oscilaciones entre este estado y el anterior, invirtiendo los roles de víctima y agresor. En estos casos, el descontrol de la rabia puede dar lugar a actos heteroagresivos.

Estado de vacío y de anestesia emocional

A veces, la intensidad del sufrimiento que provocan los estados anteriormente mencionados puede dar lugar a un estado de disociación, desapego y anestesia emocional que puede percibirse como agradable («cuando me autolesiono, siento paz y consigo dejar atrás mis rayadas») y que conlleva un gran riesgo de suicidio. El vacío también puede vivirse como una carencia que cubrir a través de estimulación intensa y compulsiva (comida, sexo, consumo de drogas), lo cual genera un mayor sentimiento de indignidad y vulnerabilidad personal.

 

Fuente: Semerari, A., Dimaggio, G. (2011). Los trastornos de la personalidad: modelos y tratamiento. Desclée de Brouwer, Bilbao

Compartir:
Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial