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La ansiedad, la depresión y la personalidad

Publicado el 08/06/2020
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Por Esther Blanco , última actualización el 08/06/2020
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Casi todos los problemas de la salud mental presentan síntomas ansiosos y depresivos y son estos los que llevan al paciente a consultar a un especialista.

En muchas ocasiones además de estos síntomas  que aparecen repetitivamente a lo largo de la vida del individuo, se esconde una rigidez dogmática en la forma de ser acompañada por problemas en las relaciones interpersonales, un mal  auto-concepto y una sensación de “falta de autenticidad”.

Es muy probable que nos encontremos entonces ante un trastorno de la personalidad que ha de ser diagnosticado en profundidad mirando más allá de los síntomas que aqueja el paciente.

Los síntomas psíquicos, al igual que el dolor físico, son señales de que alguno de nuestros complejos sistemas biológicos y psíquicos, por supuesto interrelacionados, no funciona bien. Los síntomas nos avisan y urgen a buscar la curación.

Una vez sentado en la silla de la consulta del especialista el paciente solo entiende que sus síntomas le hacen sufrir pero lo que está en la raíz, es decir, su trastorno de personalidad es para él un completo desconocido aunque lleve años con él.

Los trastornos de personalidad son egosintónicos. Esto quiere decir que los pensamientos, comportamientos y valores del paciente son aceptados por él y son coherentes con su autoimagen.

Aquí entra en juego los conocimientos, experiencia y pericia del especialista  para, observando más allá de los síntomas, llevar al paciente al entendimiento emocional y racional de su trastorno ya que sin este entendimiento por parte del paciente no se le podría tratar  más allá de sus síntomas (superficiales) y no de su problema real: el trastorno de la personalidad.

El tándem entre especialista y paciente es la clave para el tratamiento de los trastornos de la personalidad.

El especialista ha de ser capaz de aplicar sus conocimientos y habilidades para una vez hecho el diagnóstico correcto poder crear con el paciente la relación terapéutica que a modo de puente integrador permita la sinergia necesaria para el tratamiento.

Para ello el especialista ha de ser consciente entre otras muchas cosas de la manera alterada que tiene el paciente de relacionarse por lo que la relación terapéutica, como una relación más, se verá con seguridad afectada y esto puede dificultar e incluso impedir el tratamiento.

El proceso terapéutico nunca debe convertirse en una lucha de opiniones sino en un trabajo psicológico constructivo y enriquecedor para ambas partes.

Los síntomas son el producto del choque entre la realidad la rigidez cognitiva-afectiva de la personalidad del paciente que ha aprendido a ser así.

La egosintonía del paciente con su personalidad le impide ser consciente de sus errores cognitivo-afectivos y por lo tanto de poder regularse él mismo emocionalmente. De esta manera se produce el mantenimiento de los síntomas en el tiempo.

Un tratamiento orientado a través de la personalidad permite desenmarañar las partes no integradas del paciente obteniendo como resultado lo que él mismo puede no entender, el significado de sus síntomas.

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