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Psicología infantil

La ansiedad de los niños ante la separación de sus padres

Publicado el 05/06/2018.
Por Esther Blanco , última actualización el 31/10/2019
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Los bebés están genéticamente programados para reaccionar ante estímulos como ruidos intensos, movimientos repentinos con temor. Con respecto a las personas que están a su alrededor desde el nacimiento hasta los dos meses responden positivamente a cualquier persona que les preste atención aunque ya reconozcan a su madre. Hasta los seis meses de edad el niño  está aprendiendo a discriminar unos rostros de otros pero no teme a los extraños. A partir de los seis meses el apego a su madre empieza a observarse claramente por primera vez. Cuando el niño empieza a distinguir a los extraños empieza a desarrollar la relación de apego con su cuidador y a sentir temor ante los extraños. Llorará cuando su madre no está cerca o cuando se acerca alguien que no reconoce. Esta fase es natural y cumple una función de asegurar la presencia del cuidador cerca del niño.

La ansiedad que sienten al separarse de su cuidador principal es una etapa evolutiva normal entre los 6 meses y los 14 meses, es una manifestación del apego que tiene con sus cuidadores y asegura su supervivencia. A partir de los 14 meses ya empiezan a saber que aunque sus padres desaparezcan estos no lo harán para siempre, sino que volverán. Han desarrollado un apego seguro con sus cuidadores que garantiza al niño la seguridad en sus padres para saber que estos están o estarán aunque en ese momento no se encuentren presentes. La mayoría de los niños en este período ya ha adquirido una representación cognitiva estable de la figura del cuidador lo que les permite separarse de sus padres y estar varias horas sin ellos.

Es a partir de los 18 meses cuando podemos empezar a observar que las separaciones ocasionan en el niño un gran malestar.

Diagnóstico del DSM-IV-TR para el trastorno de ansiedad por separación:

Ansiedad inapropiada y excesiva para el nivel de desarrollo del sujeto con respecto a la separación del hogar o de aquellas personas a las que está apegado, tal como lo indican tres (o más) de los siguientes síntomas:

  • Malestar excesivo recurrente cuando ocurre o se anticipa una separación respecto del hogar o de las principales figuras de apego
  • Preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida de las principales figuras de apego o a que éstas sufran un posible daño
  • Preocupación excesiva y persistente por la posibilidad de que un acontecimiento adverso dé lugar a la separación de una figura de apego importante (por ejemplo extraviarse o ser secuestrado)
  • Resistencia o negativa persistente a ir a la escuela o a cualquier otro sitio por miedo a la separación.
  • Resistencia o miedo persistente y excesivo a estar en casa solo o sin las figuras de apego, o sin adultos significativos en otros lugares.
  • Negativa o resistencia persistente a ir a dormir sin tener cerca una figura de apego importante o a ir a dormir fuera de casa.
  • Pesadilla repetidas con temáticas de separación
  • Quejas continuas de síntomas físicos (como cefaleas, dolores de estómago, nauseas o vómitos) cuando ocurre o se anticipa la separación respecto a figuras importantes de apego.
  • La duración del problema es de por lo menos 4 semanas

¿QUÉ PODEMOS HACER?

  • Fomentar un apego seguro. La relación del niño con sus padres) desde el nacimiento del bebé Propiciar el contacto frecuente con otros niños y adultos. Antes de los 14 meses es natural que el niño no quiera separarse de sus cuidadores principales. No forzar dicha situación en estos meses. Si ha de separarse del niño es adecuado que desde su nacimiento se acostumbre a la presencia de numerosas personas que cuidarán de él.
  • Permitirle que explore el ambiente,  fomentar que de forma natural se vaya exponiendo a situaciones como la oscuridad, permanecer a solas en la habitación, permanecer a oscuras. Y siempre con la seguridad de que ahí estaremos para socorrerle si nos lo pide. Es adecuado que vaya aproximándose sin forzarle a situaciones que le dan cierto temor.
  • Exponerle a una separación paulatina de sus padres. Quedarse a solas con los abuelos primero durante un tiempo limitado (por ejemplo, mientras la madre está en una sala, propiciar que el niño está en otra sala con sus abuelos), para así progresivamente acostumbrar al niño a la ausencia de la madre, por ejemplo dejando al niño a dormir en casa de los abuelos.
  • No desaparecer a escondidas del niño. Cuando se de cuenta que sus cuidadores no están se asustará y no podremos consolarle. El niño debe saber que sus padres se van.
  • No dejar que sus lloros nos retengan (sí nos detendrán hasta que pueda estar calmado). El niño ha de saber que nos vamos y que volveremos. Calmar al niño antes de despedirnos de él. Ayudarle a entretenerse en algún juego para que nuestra marcha no sea tan dura.
  • Tomarse muy en serio su malestar. Aunque su llanto responde a una manifestación para que no nos vayamos, el niño sufre. Calmarle con calma. No ponernos nerviosos y alterarnos al verle. El niño ha de percibir seguridad en que nos iremos pero volveremos.
  • Dejarle alguna prenda de la mamá o el papá para que tenga presente que solo está ante una separación temporal.
  • Transmitirle confianza en su cuidador temporal: “la abuelita te quiere mucho, como mamá, y si tienes miedo se lo dices y ella vendrá corriendo como hacen mamá y papá”
  • No ridiculizar al niño diciéndole que los llantos son de bebés o de “miedicas”.
  • Responder a sus preguntas con confianza y cariño. Por ejemplo un niño le pregunta a su madre todas las noches: “¿estarás cerca toda la noche?”. La respuesta puede ser: “Estaré siempre que tu me necesites, puedes estar tranquilo. Ahora has de dormirte solito porque mamá está en la habitación de al lado”

Bibliografía:

  • Cantón Duarte, J. y Cortés Arboleda, M. R. (2008). El apego del niño a sus cuidadores. Madrid: Alianza Editorial.
  • Chías, M. y Zurita, J. (2009). EmocionArte con los niños. Sevilla: Editorial Desclée de Brouwer.
  • González Vara, Y. (2011). Amar sin miedo a malcriar. La mirada a la infancia desde el respeto, el vínculo y la empatía. Barcelona: RBA Libros.
  • Kernberg, P., S. Weiner, A. y K. Bardenstein, K. (2000). Trastornos de personalidad en niños y adolescentes. México: El Manual Moderno.
  • Marrone, M. (2001). La teoría del apego. Un enfoque actual. Madrid: Editorial Psimática.
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