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Estrés en los empresarios asturianos. Entrevista para LNE

Publicado el 22/03/2021
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Por Esther Blanco , última actualización el 22/03/2021
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El viernes 19 de Marzo de 2021, La Nueva España en su edición impresa entrevista a Esther Blanco como directora de la Clínica Persum, en calidad de Prevencionista de Riesgos Laborales Psicosociales.

Estrés laboral Persu

En este caso José Luis Salinas entrevista a la Psicóloga conocedora de la psicopatología dentro del mundo laboral, la siguiente entrevista que reproducimos a continuación de forma completa.

¿Estáis notando en las consultas de psicología asturianas un aumento de los casos relacionados con el estrés por culpa de la pandemia?

El término estrés aparece por primera vez en escritos de l siglo XIV para expresar dureza, tensión y adversidad. Desde principios del XIX, es utilizado en el campo de la física para referirse a la fuerza generada en el interior de un cuerpo como consecuencia de la aplicación de una fuerza exterior que tiende a distorsionarlo. De ahí el término “strain” relacionado con la distorsión o deformación sufrida por el objeto.

Este concepto de estrés o strain es tomado por la medicina a finales del XIX  como antecedente de pérdida de salud. Resulta muy interesante que uno de los primeros ejemplos de uso del término sea el comentario del médico canadiense y primer profesor de medicina de la Universidad Johns Hopkins, refiriéndose al hombre de negocios judío:

“Viviendo una vida intensa, absorbido por su trabajo, dedicado a sus placeres, apasionadamente dedicado a su casa, la energía nerviosa del judío se ve tensada al máximo y su sistema nervioso sujeto a ese estrés que parece jugar un papel básico en tantos casos de angina de pecho”.

Esta será la primera vez que el concepto estrés se aplica a la salud. Con posterioridad el término estrés determinará haciendo alusión a una respuesta adaptativa tendente a mantener la homeostasis que en su forma sostenida en el tiempo acabará ocasionando diferentes síntomas del orden físico y mental.

Pero, ¿qué entendemos hoy por estrés? Hoy en día el término estrés ha terminado por suponer un “cajón de sastre” utilizado para referirse a cualquier síntoma del orden de lo mental con causa claramente externa.

Es necesario aclarar estos conceptos para tomar constancia de la dificultad o imposibilidad para medir el “estrés”, hacer alusión a él como un efecto más de la pandemia o tomarlo como eje de partida para aplicar medidas del orden psicoterapéutico.

Sin duda la pandemia ha traído un empeoramiento de la salud mental. Si bien es cierto que nosotros nunca hemos comulgado con versiones apocalípticas en términos de “pandemia en la salud mental”, hemos de reconocer un aumento de sintomatología de corte psicológico.

  ¿Cómo identificar los síntomas del estrés?

La presencia de síntomas emocionales o comportamentales  en respuesta a un factor de estrés identificable como lo es la pandemia, está ocasionando en todos nosotros consecuencias del orden de lo emocional. No existe un patrón de respuesta “tipo” a la pandemia, quizás haya tantas respuestas emocionales como personas. Cada uno de nosotros está sufriendo de alguna forma consecuencias emocionales de la situación que atravesamos. Ninguna de estas respuestas responde al campo de lo patológico.

No olvidemos que si la presión externa tiene la capacidad de  “deformar” , el ser humano dispone de la capacidad de resiliencia. Esto es, fortaleza que nos permite superar circunstancias traumáticas con resultado satisfactorio.

Desde nuestras consultas de atención psicológica nos gustaría normalizar y validar todas aquellas reacciones de carácter moderado que sufrimos cada día ante la situación que vivimos. Es inevitable sentir malestar y angustia.

Los síntomas que requieren de atención psicológica son aquellos que desde un punto de vista cuantitativo y no cualitativo, definen el malestar. Se trata de un malestar intenso que cursa con estado de ánimo bajo y deprimido, ganas de llorar o sentimientos de desesperanza continuos, donde además predomina el nerviosismo , la preocupación, la agitación. A lo cual se une un deterioro significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes de funcionamiento. Estos síntomas pueden llegar desde un punto de vista cuantitativo a suponer un Trastorno de adaptación en su grado más intenso.

Lo síntomas ansiosos y depresivos pueden cursar con hormigueos o entumecimientos, temblores, incapacidad para relajarse, miedo a que suceda lo peor, mareos o aturdimiento, palpitaciones o taquicardias, sensación de inestabilidad, ahogo, dificultad para respirar, temblores, miedo a perder el control, miedo a morir, sobresaltos, molestas digestivas, sensación de tristeza continua, desánimo con respecto al futuro, sensación de fracaso, insatisfacción, aburrimiento continuo, sensación de culpabilidad y vergüenza, deseos de no estar vivo, irritación continua, perdida de interés en las cosas cotidianas, dificultad para tomar decisiones, insomnio o hipersomnia, fatiga constante, pérdida de apetito o aumento considerable del mismo, pérdida de interés sexual.

¿Cuál es, en general, la fuente inicial de ese estrés en su opinión? Las dificultades económicas, la falta de perspectivas, la duración de la pandemia….

No existe un único factor externo que sea determinante en el aumento de la sintomatología ansiosa o depresiva del paciente que observamos en nuestras consultas. Se trata de un fenómeno multicausal. La duración de la pandemia actual está ocasionando que para las personas sea más difícil regular las emociones puesto que el número de situaciones a las cuales se tienen que enfrentar van en aumento.

La principal de ellas es sin duda el desempleo con la pérdida económica que ello supone.

El análisis de los efectos que la situación de desempleo tiene para las personas comienza a tomarse en consideración desde que en los años 30, se empieza a estudiar el tema dada la preocupación por las consecuencias de la terrible crisis económica.

Las consecuencias del desempleo vienen explicadas no solo por la consecuencias económicas obvias, sino también por la desaparición de una estructura temporal, disminución aún mayor de los contactos sociales, la falta de participación en metas, perdida de estatus y falta de una actividad diaria.

Si bien es cierto que hay una clara relación entre desempleo y deterioro de la salud mental, depresión y disminución de la autoestima, algo del orden de la representación social del trabajo, tiende a resultar sobredeprimente.

La acumulación de dinero supone sin duda cierto “seguro de vida”, pero hoy en día ha llegado a ser un fin en sí mismo, una forma de posicionarse socialmente, una meta que alcanzar cuando ninguna otra emoción participa para darle sentido a nuestras vidas. Trabajar se convierte en un fin irreflexivo que nos ofrece una frágil identidad.

En palabras del filósofo Byung-Chul “la sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento”. Maximizar la producción se encuentra inherente al inconsciente social.

Ya es un clásico de la Psicología social el hecho de más riqueza supone más felicidad solo en el caso de ingresos bajos.

Con todo, el deterioro de la economía, del estatus y del prestigio social causados por el desempleo puede deteriorar gravemente la salud mental llegando a desencadenar incluso  conductas suicidas. Si el desempleo no tiene un efecto de precipitación, sin duda puede ser un  factor de predisposición.

Las personas que ganan más dinero dedican menos tiempo a actividades relacionadas con el ocio y trabajan más horas. Su estado de ánimo suele ser de mayor hostilidad, enojo, estados ansiosos y tensión.

¿Cómo poder rebajar esos niveles de estrés?

Rebajar los niveles de malestar ha de tomar en cuenta dos factores: externos e internos.

Los factores externos directa o indirectamente relacionados con la pandemia, requieren de un tipo de solución de corte político, social y sanitario que excede el debate actual. Además, un factor de riesgo es aquel debido al ambiente desfavorecido que podrían cristalizar en un Trastorno de adaptación.

Los factores internos son aquellos relacionados con la personalidad de cada uno de nosotros. Algunas características de la personalidad pueden estar asociadas a una mayor vulnerabilidad  para la angustia situacional que puede asimilarse a un Trastorno de adaptación.

No existen consejos generales, métodos o “herramientas” con la capacidad de ser eficaces para todas y cada una de las personas que sufren de ansiedad o depresión ante las situaciones externas. Cualquier intento de generalizar estrategias que no resulten de un estudio de corte individual están abocadas al fracaso.

La Psicología no tiene la capacidad de ofrecer soluciones generales para casos particulares. El malestar psicológico tras la exposición a un evento traumático o estresante es muy variable.

¿Tiene peculiaridades el estrés que pueden sufrir en una situación como la actual los empresarios, directivos o autónomos?

En The Psychology of Pandemics, libro del profesor y psicólogo clínico en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de British Columbia, Steven Taylor, reconoce que no existen estudios que recojan una única personalidad para comprender las diversas reacciones  emocionales ante la pandemia, sim embargo existen algunos rasgos comunes que predisponen a cierta vulnerabilidad como tendencia a angustiarse con facilidad ante estímulos aversivos,  tendencia a la evitación de daños con predisposición a ver el mundo como amenazador, tendencia a evitar riesgos, sobreestimación de la amenaza, intolerancia a la incertidumbre y un sesgo de optimismo poco realista. Por último señala como factor de vulnerabilidad el perfeccionismo.

 

No es posible generalizar sobre qué tipo de colectivo es aquel que sufrirá más o menos consecuencias emocionales. Sabemos que hay ciertos rasgos de personalidad que hacen a las personas más resistentes. Y que pueden ser compartidas por personas con capacidad de liderazgo. Capacidad de compromiso, tendencia a comprometerse y mantenerse de forma constante en lo que uno hace, así como creer que lo que uno hace es importante; control: sentir que uno tiene cierta influencia sobre los acontecimientos; colaboración: ser flexible y colaborador, así como presuponer que uno puede contar con el resto del equipo y finalmente sentir las dificultades como desafío con posibilidad de ser superados.

Del mismo modo sabemos que son esos rasgos o características de personalidad, pueden llegar a suponer la cara y la cruz de la misma moneda. Un exceso de perfeccionismo, de control sobre todo y todos,  la fantasía de la omnipotencia, autosuficiencia, percepción de fuerza y eficacia personal, dificultad para el acceso a emociones negativas, nula sensación de autocuidado que lleva al hipertrabajo y la adicción al mismo, necesidad de avance constante, necesidad de “dar lo máximo”, racionalización excesiva, son rasgos propios de personalidades más obsesivas y narcisistas que sin duda suponen un  factor de vulnerabilidad ante la situación  de incertidumbre actual.

 

 

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