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Desesperanza

Publicado el 06/05/2020
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Por Esther Blanco , última actualización el 06/05/2020
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Como definen Calvete, Villardón, Estévez y Espina (2007), la desesperanza es “un estilo atribucional que consiste en una tendencia a hacer inferencias negativas sobre las causas, consecuencias e implicaciones para la propia persona que tienen los sucesos vitales negativos”.

Dicho de otro modo, la desesperanza es una sensación que nos provocan los pensamientos del tipo “no hay nada que yo pueda hacer”, “para qué intentarlo si sé que no saldrá bien”, “esto es por mi culpa», «seguro que algo estoy haciendo mal”.

¿Qué significa estar desesperado?

Seguro que muchos y muchas de nosotros (por no decir todos/as), hemos pasado por situaciones difíciles que por algún momento se nos han hecho imposibles de gestionar.
Cuando estamos desesperados, tendemos a explicar todo lo negativo que nos sucede a partir del sentimiento de culpabilidad o responsabilidad. Es decir, atribuimos a causas internas las consecuencias negativas de algún acontecimiento ocurrido del que no hemos salido bien parados: una entrevista de trabajo, un examen, una relación, etc.

Causas de la desesperanza

Como todos los sentimientos, emociones y sensaciones que podemos experimentar a lo largo de nuestra vida, llegar a vivir algún episodio de desesperanza es totalmente válido y normal.
El problema existe cuando la desesperanza se convierte en un modo de estar en el mundo con el que la persona que lo padece no hace sino sufrir y sepultarse en una maraña de pensamientos y sentimientos negativos que pueden terminar manifestándose como un problema significativo de Salud Mental.

Pero, ¿cuáles son las causas de la desesperanza?,

¿Por qué llegamos a esta sensación de la desesperanaza? Generalmente suelen coincidir en el tiempo (sucesivamente además) dos factores:

  • Baja autoestima.
  • Vivencia de situaciones adversas o negativas que no se han sabido gestionar, integrar y/o procesar de la manera adecuada.

Desesperanza aprendida

La desesperanza aprendida supone una extrapolación a la conducta humana de aquellos resultados obtenidos en los estudios de laboratorio con animales que llevaron a cabo Overmier y Seligman ya en la década de los años 60 sobre indefensión aprendida.

¿Qué queremos decir con esto? Pues que la desesperanza aprendida sigue los mismos patrones conductuales: se produce una contingencia arbitraria de causas y consecuencias, es decir, desde el punto de vista del individuo que la desarrolla, las consecuencias negativas que está padeciendo no responden a ninguna conducta que él o ella haya llevado a cabo. Ante lo cual, el individuo aprende que ante cualquier situación aversiva futura, nada de lo que haga tendrá resultados positivos ,y por tanto, tenderá a la pasividad y apatía como única respuesta conductual.

Consecuencias de sentirse desesperanzado

Las consecuencias de sufrir la desesperanza son múltiples y están en función principalmente de nuestro estilo de personalidad. Un estilo de personalidad dependiente  tiende a no saberse capaz. Las personas dependientes utilizan frecuentemente la expresión «yo no puedo» basado en historias de sobreprotección infantil que les han invalidado en su sensación de competencia.

Las personas depresivas manifiestas sentimientos de incapacidad con frecuencia que cristalizan en desesperanza: «haga lo que haga nunca seré capaz».

Es fácil observar una correlación entre la desesperanza y otro tipo de sensaciones y emociones negativas:

  • Baja motivación
  • Desinterés
  • Tristeza
  • Cansancio
  • Apatía

En muchas ocasiones, esta desesperanza puede llegar a cristalizar en un trastorno del estado de ánimo denominado Distimia o incluso finalmente en una Depresión Mayor. Por ello es importante (desde una perspectiva cognitivo-conductual) trabajar, gracias a las múltiples técnicas conductuales de este modelo terapéutico, para poder modificar las contingencias que percibimos y ser capaces de superar esta sensación de desesperanza ante los acontecimientos vitales negativos.

La desesperanza nos dejará de alguna forma paralizados en nuestro camino a conseguir los objetivos que en algún momento nos habíamos planteado, por lo que es probable que a nuestro bajo estado de ánimo se sumen la frustración, la rabia y la impotencia.

Cómo regular y superar la desesperanza

La apatía y el desánimo que suelen acompañar a la desesperanza, así como el bajo nivel de motivación, hacen difícil el trabajo personal de superar esta sensación. Pero no por ello significa que no podemos hacer algo:

1. En primer lugar es importante que, además de ser conscientes de cómo nos encontramos, no nos culpabilicemos por sentirnos mal. Estamos intentando regular nuestros pensamientos y sentimientos negativos. Sentirse culpables por no poder sentirnos de otra forma solo va a suponer otra piedra que cargar en esa pesada mochila que estamos intentando quitarnos.

2. También nos va a ayudar centrarnos en el aquí y el ahora. Una tarea que puede parecer fácil pero que será quizás la que más nos cueste llevar a cabo. Aunque es probable que esa desesperanza que sentimos venga precedida por un cúmulo de circunstancias, la gran mayoría con origen biográfico, debemos centrarnos en trabajar en el presente. Ser conscientes de aquello de lo que si somos capaces de hacer «hoy».

3. Otro punto que puede jugar a nuestro favor es rodearnos de personas que realmente quieren nuestro bienestar. Pasemos tiempo con amigos y familiares, hablemos sobre lo que nos preocupa y expliquemos cuáles son nuestras percepciones y emociones al respecto. Muchas veces el punto de vista externo puede darnos diferentes prismas desde el que mirar un mismo problema.

4. Seguramente lo que menos nos apetece en estas circunstancias sea establecernos otro objetivo que tenemos la certeza de no superar. En estos casos el lenguaje nos juega malas pasadas, tendemos a decir “haré esto cuando me encuentre mejor” cuando realmente lo más práctico para conseguirlo es pensar “lo haré A PESAR DE no encontrarme bien”. Fijarnos objetivos realistas dentro de cualquier ámbito de nuestra vida, desglosarlos en pequeñas metas. Ir superando cada paso nos ayudará a motivarnos para esforzarnos por conseguir el siguiente y, cuando nos demos cuenta, habremos conseguido nuestro objetivo principal y con ello una dosis de motivación muy eficaz y necesaria para olvidarnos de la sensación de desesperanza.

5. Quizás no tenemos actualmente grandes objetivos que fijar puesto que de alguna forma estamos relativamente conformes. Busquemos actividades nuevas, ejercicios o habilidades que hemos pospuesto empezar a trabajar desde hace mucho tiempo y cuyo desempeño puede aportarnos cosas positivas: aprender a patinar, leer una saga completa de libros, mejorar en la pintura, ir a clases de baile o de canto, etc.

6. Y por último, aunque no menos importante, si todo lo expuesto hasta ahora no nos funciona, no tengamos miedo ni dudemos en buscar ayuda profesional. Dar ese paso también supondrá un gran avance en nuestro camino hacia quienes queremos ser.

Rerefencia

  • Calvete E, Villardón L, Estévez A y Espina M. (2007). La desesperanza como vulnerabilidad cognitiva al estrés: adaptación del cuestionario de estilo cognitivo para adolescentes. Ansiedad y Estrés, 13 (2-3), 215-227.
  • Hoyos M. (2019): La desesperanza aprendida.
  • Minici A, Rivadeneira C, Dahab J. (2010): Desesperanza aprendida. Revista de Terapia Cognitivo Conductual nº 19.
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