El rasgo principal de la depresión mayor es un estado de ánimo bajo o tristeza durante la mayor parte del día y durante un periodo de tiempo considerable (al menos, dos semanas), con pérdida del interés en las actividades habituales, incapacidad para disfrutar y obtener placer. En los niños y en alguno adultos, el estado de ánimo puede ser de irritabilidad, en lugar de tristeza.
La depresión mayor forma parte de los denominados trastornos del estado del ánimo. Una depresión mayor se caracteriza por que el individuo se encuentra con un ánimo deprimido, triste, desesperanzado o desanimado. Va más allá de una tristeza normal y pasajera.
La depresión mayor afecta al conjunto de sentimientos, pensamientos y conductas de quien lo padece, produciendo interferencias en todas las áreas de la vida: personal, laboral y relacional. Casi siempre se produce una pérdida del interés o del placer en actividades que anteriormente resultaban estimulantes para la persona.
Los familiares suelen notar un mayor aislamiento social y abandono de pasatiempos. En comparación con niveles previos, también suele haber una disminución de la actividad sexual.
Algunas «formas de ser» o rasgos de personalidad, predispone para padecer depresión alguna vez en la vida, entre ellos la personalidad dependiente y evitativa. Los acontecimientos adversos durante la infancia también constituyen un potente factor de riesgo, por ejemplo, malos tratos o tener padres con psicopatologías.
Los acontecimientos vitales muy estresantes pueden actuar como precipitantes de depresión. Por último, influyen también factores genéticos. La heredabilidad de la depresión se calcula en un 40 %.
Según el DSM-5, el manual de diagnóstico para las enfermedades mentales, la depresión se diagnostica en base a cinco o más de los siguientes síntomas (al menos uno de estos síntomas ha de ser estado de ánimo deprimido o pérdida de interés o de placer):
Según la comorbilidad de síntomas, la depresión puede presentarse de diferentes maneras:
Cuando el paciente se siente nervioso, inquieto o con miedo.
Cuando se mezcla con periodos de euforia (manía), sin llegar a ser un trastorno bipolar.
Se siente un desaliento profundo y desesperanza.
Predominan el aumento de peso, la hipersomnia y el deterioro social.
Presencia de delirios y/o alucinaciones.
Aparecen anormalidades motoras.
Relativo a las peculiaridades del embarazo y el parto.
Cuando la depresión aparece de forma recurrente normalmente en otoño o invierno, cuando hay menos luz.
La psicoterapia ofrece la oportunidad de identificar los factores que están contribuyendo a la depresión.
El psicoterapeuta ayuda a la persona a conocerse mejor a sí misma y a cambiar todas aquellas causas, ya sean emocionales, cognitivas, conductuales, interpersonales o situacionales, que mantienen el malestar psicológico. Existen múltiples enfoques que han demostrado empíricamente su eficacia a la hora de tratar la depresión.
La terapia cognitivo-conductual consigue reducir la sintomatología llevando a cabo acciones para aumentar la activación conductual, detener los pensamientos depresógenos, discutir las creencias irracionales o modificar los esquemas disfuncionales que conducen a los sentimientos depresivos.
Desde el punto de vista de la personalidad, cada depresión es distinta. No es igual la depresión narcisista que la evitativa o la dependiente, por ejemplo. Si el problema es debido a una personalidad patológica, entonces no basta con eliminar la depresión. La terapia debe hacerse a nivel más profundo para modificar los patrones de actuación típicos en la persona. En estos casos, la Terapia Basada en la Mentalización o la Terapia de Esquemas dan muy buenos resultados.
En ocasiones, la depresión lleva tanto tiempo instalada en la mente de la persona que afecta de forma permanente a la bioquímica del cerebro. Es lo que llamamos una depresión endógena, por ser en parte inmune a los factores exógenos. Esto significa que, aunque las circunstancias de la persona cambien positivamente, la depresión no desaparecerá, porque la disfunción está muy arraigada y los neurotransmisores cerebrales están descompensados.
En estos casos de larga duración, o bien cuando la depresión es de alta intensidad, conviene contar con apoyo farmacológico además de psicoterapéutico.
Los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) suele ser el tratamiento de elección, por sus bajos efectos secundarios. No obstante, el psiquiatra revisará y ajustará la medicación según responda la persona al tratamiento. Cada cerebro es distinto y tiene un metabolismo particular.
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