PERSUM Clínica de Psicoterapia y Personalidad
Calle Uria, 18, 3º derecha, 33003 Oviedo, Asturias (ESPAÑA)
Inicio > Especialidades > Psicología infantil > La necesidad de poner límites a los niños
Psicología infantil

La necesidad de poner límites a los niños

Publicado el 05/06/2018.
Por Esther Blanco , última actualización el 31/10/2019
Compartir:

En la crianza de los nuestros hijos hemos de prestar atención a cuestiones que tienen que ver con el aprendizaje de normas y valores morales, la regulación de las emociones, el aprendizaje de la empatía, pero también debemos saber poner una serie de normas que de modo coherente, consistente pero flexible y afectuosamente rijan el comportamiento de los miembros de la familia. El aprendizaje y el respeto de estas normas influye se ve influenciado por cuestiones como las tratadas párrafos anteriores (valores morales, empatía,…)
Los niños han de tener unos referentes claros en sus padres, trato personalizado y coherente, firmeza, exigencia y afecto, y todo ello en un momento en el que están afianzando su identidad personal. Los niños y los adolescentes necesitan modelos para el aprendizaje que les ofrezcan normas coherentes y razonadas a seguir.
En una familia sin normas, los niños no aprenden lo que es el esfuerzo o la satisfacción del trabajo bien hecho, se frustran fácilmente, incapaces de forjarse objetivos y perseguir metas que no sean el placer de lo inmediato. Carecen de hábitos de estudio, hábitos de comportamiento social, habilidades sociales que siempre surgen de una mínima autodisciplina. Los niños acostumbrados a no tener unas normas que seguir y que nadie les controle, que nunca se hayan visto obligados a seguir unas normas de convivencia y de adaptación a las situaciones, tendrán problemas con los demás, con sus estudios, y en la vida en general. Puesto que ésta tenemos que convivir con ciertas normas y pautas que rigen nuestra conducta.
Cuando los niños son impulsivos, egocéntricos, insaciables, inmaduros, sin disciplinas  es tarea de los padres conforme pasan los años enseñarle a regular todas esas acciones.

¿CÓMO SE PONEN NORMAS?

  • Siendo coherente. No podemos decirle a un niño que no se grita para pedir las cosas cuando nosotros se lo estamos exigiendo a voces. Si intentamos que se habitúe a unos horarios no podemos saltárnoslos a la mínima. Con el paso del tiempo esos horarios pueden cambiar y adaptarse de nuevo.
  • Firmeza. Si en un momento determinado al niño se le ha retirado el uso de un juguete hasta mañana, no podemos dárselo de nuevo porque nos intente convencer de sus buenas acciones. Podemos decirle “Entiendo que quieras tu juguete y ya sabes que mañana mamá te lo dará encantada, pero hoy no puede ser porque has hecho….”
  • Decirles lo que deben o no hacer pero de una forma positiva e intentando razonar con ellos el motivo por el cual se adoptan unas medidas determinadas. Dependiendo de la edad del niño las explicaciones han de ser más o menos complejas. La explicación que le demos a un niño de 2 años nunca será la misma que a un niño de 8 años.
  • Aunque debemos saber decir “no”, no podemos ser tajantes y esperar que un niño se comporte como un adulto. Por ejemplo un niño que arrastra un mantel para conseguir acercar un objeto está aprendiendo una habilidad nueva. Si existe peligro para el niño debemos decirle “no”, pero no podemos esperar que se comporte como un adulto. Él solo está practicando. No debemos coartarle su naturaleza exploratoria
  • No suponer malas intenciones en un niño y reñirle por ello. Por ejemplo un niño tira incesantemente una pelota que le hemos dado. El niño simplemente practica una habilidad nueva. Si pensamos que nos quiere fastidiar o retar le diremos “no” a algo que es simplemente un juego.
  • Dejarles que en la medida de lo posible aprendan de sus errores. No tener un “no” de antemano para todo. Por ejemplo si vemos que el niño es fácil que se ensucie, no coartarle inmediatamente con un “no hagas eso”. Debemos dejar un poco de espacio para su autonomía y dejar que se termina manchando y experimente la sensación de llevar los pantalones sucios.
  • Los límites que les pongamos no deben ser derivados de nuestra comodidad o miedos. No debemos prohibirle a un niño bajar por un tobogán solo porque a nosotros nos da miedo. Si la situación puede ser un poco difícil mejor ayudarle a bajar por él.
  • Decir “no” no significa que tengamos que enfadarnos para decir las cosas.
  • Hacer algo mal no significa ser malos. Debemos enseñar al niño a que hacer algo mal no significa ser malos. Ha de saber que por encima de todo sus padres le quieren y le están aconsejando y orientando. Por ejemplo no debemos decirle: “eres muy malo con mamá”, sino: “hoy te has portado mal en el supermercado”
  • No exagerar las consecuencias de las conductas de los niños. Podemos decirle. “te has portado mal en el supermercado y mamá está un poco enfadada”. Si exageramos nuestras emociones el niño pensará que hace cosas gravísimas continuamente que hacen daño a sus familia: “¡cómo has podido comportarte así, con lo que yo te quiero, no me merezco esto de ti!”
  • Pensar bien de él y darle la oportunidad para que rectifique lo antes posible. “Yo se que tu no has querido hacer esto, pero no está bien romper el juguete de tu hermana, seguro que quieres ir a darle un beso y pedirle perdón, ¿quieres que lo hagamos?”
  • El tono de voz que utilicemos ha de ser firme, pero no autoritario, ni malhumorado, ni despectivo. Podemos decirle “vete a tu habitación ahora mismo”, pero la sensación que debemos ofrecer es de corrección no de desprecio por lo que ha hecho o por como es.
  • Dar márgenes para el cumplimiento de normas. A cualquiera de nosotros nos enfadaría si de repente alguien nos dijese que tenemos que dejar de ver una película e irnos a la cama. De ahí que sea adecuado adelantar la norma y avisar de su proximidad: “Dentro de un ratito, cuando la aguja del reloj esté llegando aquí, nos iremos a la cama ¿de acuerdo)”.
  • Dejar la norma clara. Si le decimos a un niño “hoy quiero que te portes bien en el supermercado” no sabrá exactamente que se pide de él. Sin embargo si le decimos “cuando vayamos a la tienda quiero que no te sueltes de mi mano y que no corras por los pasillos” es más fácil para él.
  • Ayudarle a alcanzar las normas. Si sabemos que vamos a ir al supermercado, darle tareas para que se pueda distraer, no esperar que se comporte como un adulto: “hoy en el supermercado serás mi ayudante ¿Qué te parece? Yo te señalaré donde están las cosas y tu las metes en el carrito. ¡qué divertido, verdad!
  • Controlar nuestras propias emociones antes de hablar con el niño, si estamos muy enfadados quizás nos saltemos muchas de las premisas que hemos expuesto en los apartados anteriores.
  • Y sobre todo después del “no”, un beso. Le estamos enseñando porque no sabe.
  • Si tenemos a un adolescente las explicaciones sobre su conducta han de ser aún mayores. Ha de saber llegar el mismo a las conclusiones sobre lo que ha hecho, por qué lo ha hecho y qué es lo que piensa hacer en el futuro. Nosotros como padres hemos de ir poniendo las tablar para que él llegue a las conclusiones pertinentes.
  • Razonar con él con verdadero interés sin adoptar un tono que implique ironía.
  • No sermonearle sino ayudarle a pensar
  • No compararle con otras personas o ponernos nosotros continuamente de ejemplo: “cuando yo tenía tu edad”. Podemos servirle de ejemplo si no adoptamos una actitud de reproche: “si a mi me hubiese pasado eso me sentiría así y quizás pensase en actuar de este modo, ¿tú que piensas?”
  • Poner las normas entre padres e hijos. Ellos han de llegar a la conclusión de lo que es bueno para ellos por sí mismos. No imponer, negociar.
  • Dejar que se explique. No desconfiar a priori de lo que va a decir. “A mi tu no me engañas, no te esfuercen en explicarme lo que pasó”
  • Los padres también nos equivocamos. Si hemos gritado , hemos sido demasiado firmes, es muy adecuado ir a disculparse y decirle cómo nos sentimos por ello.

Bibliografía:

  • Geissmann, C. y Houzel, D. (2008). Psicoterapias del niño y del adolescente. Madrid: Editorial Síntesis.
  • González Vara, Y. (2011). Amar sin miedo a malcriar. La mirada a la infancia desde el respeto, el vínculo y la empatía. Barcelona: RBA Libros.
  • Kernberg, P., S. Weiner, A. y K. Bardenstein, K. (2000). Trastornos de personalidad en niños y adolescentes. México: El Manual Moderno.
  • Marrone, M. (2001). La teoría del apego. Un enfoque actual. Madrid: Editorial Psimática.
  • Siegel, D. J. y Hartzell, M. (2012). Ser padres conscientes. Barcelona: Ediciones La Llave.
Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial