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Trastornos de alimentación y personalidad. Un estudio de la Clínica Persum

Publicado el 16/11/2023
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Por Esther Blanco , última actualización el 17/11/2023
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Un estudio llevado a cabo en la Clínica Persum por su directora Esther Blanco García, investiga la relación entre los patrones de personalidad, basados en el modelo de Millon, y los problemas de conducta alimentaria en una muestra de 1.725 pacientes (59,1% mujeres) de edades entre 21 y 91 años, que recibieron atención psicológica en el Centro de Psicoterapia y Personalidad Persum.

El Inventario Clínico Multiaxial de Millon-III (MCMI-III) se utilizó para evaluar los patrones de personalidad, mientras que una escala derivada del MCMI-III evaluó los problemas de conducta alimentaria. Los datos revelaron que la mayoría de los patrones de personalidad presentaban una correlación negativa o nula con los problemas de conducta alimentaria, a excepción del patrón compulsivo, que presentó una correlación positiva.  Estos resultados enfatizan la relevancia de los patrones de personalidad en la comprensión de los problemas de conducta alimentaria y sugieren que los enfoques de intervención deben ser adaptados en función del género.

Personalidad y trastornos de alimnetación.

La personalidad es una construcción psicológica compleja que se refiere a patrones duraderos de pensamiento, sentimiento y comportamiento que distinguen a un individuo de otro (American Psychiatric Association [APA], 2013). Los trastornos de la personalidad son patrones de experiencia y comportamiento que se desvían notablemente de las expectativas de la cultura del individuo, son omnipresentes y rígidos, tienen un inicio en la adolescencia o la adultez temprana, son estables a lo largo del tiempo y conducen a un malestar o deterioro (APA, 2013).

Entre los diferentes trastornos de la personalidad se encuentra el trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva (TPOC), caracterizado por un patrón general de preocupación por el orden, el perfeccionismo, y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la apertura y la eficiencia (APA, 2013).

Por otro lado, los trastornos de alimentación son condiciones médicas graves y a veces mortales que incluyen una serie de comportamientos anormales relacionados con la alimentación o el control del peso. Los más comunes son la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN). La AN se caracteriza por el temor extremo a aumentar de peso y una imagen corporal distorsionada, lo que lleva a una restricción alimentaria autoimpuesta y a una pérdida de peso significativa. La BN, por otro lado, implica episodios recurrentes de atracones seguidos de comportamientos compensatorios como el vómito autoinducido, el uso excesivo de laxantes o diuréticos, el ayuno, el ejercicio excesivo, etc. (APA, 2013).

En los últimos años, ha habido un creciente interés en la relación entre los trastornos de la personalidad y los trastornos de alimentación. Los trastornos de personalidad (TP) son altamente comórbidos tanto en la anorexia nerviosa (AN) como en la bulimia nerviosa (BN), ya que más de la mitad de los pacientes tienen diagnósticos comórbidos de TP.Para ambos trastornos, los TP del grupo C son los más frecuentes, seguidos por los grupos B y A en orden descendente. Para ambos trastornos, los TP del grupo C son los más frecuentes, seguidos por los grupos B y A en orden descendente (Fairburn CG, Cooper Z, Shafran R., 2003)

Varios estudios han sugerido que las características de personalidad, incluyendo el TPOC, pueden ser factores de riesgo para el desarrollo de trastornos de alimentación (Farstad, McGeown, &von Ranson, 2016). Las correlaciones entre los síntomas obsesivos y los trastornos de alimentación también han sido objeto de estudio (Lilenfeld et al., 2006).

La correlación precisa entre los trastornos de la personalidad, en particular el TPOC, y los trastornos de alimentación, como la AN y la BN, todavía necesita ser explorada en profundidad.

 

CONCEPTUALIZACIÓN DE LOS TRASTORNOS DE ALIMENTACIÓN

Los trastornos de la alimentación son una serie de afecciones caracterizadas por alteraciones graves en los comportamientos de alimentación y peso, junto con actitudes y pensamientos distorsionados acerca de la comida, el peso y la forma corporal (APA, 2013). Los dos trastornos de alimentación más conocidos son la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN).

Es importante tener en cuenta que aunque existe una correlación entre los trastornos de la personalidad y los trastornos de alimentación, la presencia de uno no garantiza la presencia del otro. La relación entre estos trastornos es compleja y puede estar influenciada por una variedad de factores biológicos, psicológicos y sociales.

  • Factores Biológicos: Estos incluyen la genética, las influencias hormonales y la química cerebral. Los estudios de gemelos han sugerido que tanto los trastornos de la personalidad como los trastornos de alimentación pueden tener una base genética significativa (Bulik et al., 2000; Torgersen et al., 2000). Además, se ha sugerido que las anomalías en ciertos neurotransmisores, como la serotonina, pueden jugar un papel en ambos tipos de trastornos (Kaye et al., 2005).
  • Factores Psicológicos: Estos pueden incluir la presencia de otras condiciones de salud mental, como la depresión y la ansiedad, que a menudo coexisten con los trastornos de alimentación y los trastornos de la personalidad. Además, los rasgos de personalidad individuales, como el perfeccionismo y la tendencia a la impulsividad, pueden aumentar el riesgo de desarrollar estos trastornos (Cassin &Von Ranson, 2005).
  • Factores Sociales: Estos pueden incluir la presión social y cultural para adherirse a ciertos estándares de belleza, que pueden fomentar comportamientos de alimentación desordenados. Además, las experiencias de vida, como el trauma o el abuso, pueden contribuir al desarrollo de trastornos de la personalidad y de alimentación (Rorty et al., 1994).

 

Sin embargo, es importante recordar que la correlación no implica causalidad y que aún no se comprende completamente cómo y por qué se desarrollan los trastornos de la alimentación en algunas personas con trastornos de la personalidad. Se necesita más investigación para entender mejor estas relaciones y para desarrollar tratamientos más efectivos.

 

La anorexia Nerviosa (AN)

 La anorexia nerviosa (AN) es un trastorno de alimentación caracterizado por la incapacidad o falta de voluntad de mantener un peso corporal normal o saludable debido a un miedo intenso a ganar peso, a pesar de estar significativamente por debajo del peso mínimo esperado (American PsychiatricAssociation [APA], 2013). Las personas con AN a menudo tienen una percepción distorsionada de su imagen corporal, viéndose a sí mismas como sobrepesadas a pesar de estar significativamente por debajo del peso normal. Esta alteración puede no estar restringida a episodios de bajo peso, y puede persistir a lo largo del tiempo.

El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, quinta edición (DSM-5), proporciona criterios específicos para el diagnóstico de la AN (APA, 2013). Para ser diagnosticado con AN, un individuo debe mostrar:

  1. Restricción de la ingesta energética en relación con las necesidades, lo que lleva a un peso corporal significativamente bajo en el contexto de la edad, el sexo, la trayectoria del desarrollo y la salud física.
  2. Miedo intenso a ganar peso o a engordar, o comportamiento persistente que interfiere con el aumento de peso, incluso aunque tenga un peso significativamente bajo.
  3. Perturbación en la forma en que uno experimenta su cuerpo, peso o forma corporal, influencia indebidamente de la autoevaluación, o negación persistente de la gravedad del bajo peso corporal actual.

Según el DSM-5, la AN puede ser de tipo restrictivo o de tipo compulsivo/purgativo. En el tipo restrictivo, el individuo no se involucra regularmente en atracones o en comportamientos purgativos, sino que logra la pérdida de peso principalmente a través de la dieta, el ayuno o el ejercicio excesivo. En el tipo compulsivo/purgativo, el individuo se involucra regularmente en atracones o en comportamientos purgativos, como el vómito autoinducido o el uso de laxantes, diuréticos o enemas (APA, 2013).

Las consecuencias físicas y psicológicas de la AN pueden ser graves. En términos físicos, la malnutrición puede llevar a una variedad de problemas de salud, como amenorrea (ausencia de menstruación), anemia, osteoporosis, problemas cardíacos y, en casos extremos, la muerte (Zipfel et al., 2015). En términos psicológicos, las personas con AN a menudo experimentan síntomas de depresión, ansiedad y obsesiones y compulsiones relacionadas con la comida, el peso y la forma corporal (Fernández-Aranda et al., 2020).

Además de las consecuencias físicas y psicológicas, la AN puede tener un impacto significativo en la vida social y funcional de un individuo. Las personas con AN pueden aislarse de amigos y familiares, experimentar dificultades en el trabajo o la escuela, y tener una calidad de vida reducida en general (Treasure, Duarte, & Schmidt, 2020). Además, la AN tiene una de las tasas de mortalidad más altas entre todas las enfermedades psiquiátricas, debido tanto a las complicaciones médicas como al alto riesgo de suicidio (Arcelus, Mitchell, Wales, & Nielsen, 2011).

La AN es un trastorno complejo con múltiples factores contribuyentes, que incluyen la genética, los factores ambientales y la psicología individual. Los estudios de gemelos han demostrado que la AN tiene una fuerte base genética, con estimaciones de la heredabilidad que varían entre el 50% y el 80% (Bulik, Sullivan, Tozzi, Furberg, Lichtenstein, & Pedersen, 2006). Los factores ambientales, como la presión social por la delgadez y el estigma del sobrepeso, también pueden jugar un papel importante en el desarrollo de la AN (Striegel-Moore &Bulik, 2007).

 

La Bulimia Nerviosa (BN)

La bulimia nerviosa (BN) es un trastorno de alimentación caracterizado por episodios recurrentes de atracones, seguidos de comportamientos compensatorios inapropiados para prevenir el aumento de peso, como el vómito autoinducido, el uso excesivo de laxantes o diuréticos, el ayuno o el ejercicio excesivo (American PsychiatricAssociation [APA], 2013). Durante un atracón, la persona suele consumir una cantidad de comida mucho mayor a la que la mayoría de las personas comería en un período de tiempo similar, y siente que no puede controlar lo que está comiendo o cuánto está comiendo.

De acuerdo con el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, quinta edición (DSM-5), para ser diagnosticado con BN, un individuo debe cumplir con los siguientes criterios (APA, 2013):

  1. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por los siguientes dos elementos:
  2. Consumo, en un período determinado de tiempo (por ejemplo, dentro de cualquier período de 2 horas), de una cantidad de comida que es definitivamente mayor de lo que la mayoría de las personas comerían en un período de tiempo similar y bajo circunstancias similares.
  3. Sensación de falta de control sobre la alimentación durante el episodio (por ejemplo, la sensación de que uno no puede dejar de comer o controlar lo que o cuánto se está comiendo).
  4. Comportamientos compensatorios inapropiados recurrentes para prevenir el aumento de peso, como el vómito autoinducido, el uso indebido de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo.
  5. Los atracones y los comportamientos compensatorios inapropiados ocurren, en promedio, al menos una vez a la semana durante tres meses.
  6. La autoevaluación está influenciada de manera excesiva por el peso y la forma corporal.
  7. El trastorno no ocurre exclusivamente durante episodios de anorexia nerviosa.

A diferencia de la anorexia nerviosa, las personas con BN suelen tener un peso normal o estar ligeramente por encima del peso normal. Sin embargo, como la anorexia, la BN puede tener graves consecuencias para la salud física y mental. Los comportamientos purgativos pueden llevar a complicaciones graves, como desequilibrios electrolíticos, problemas gastrointestinales, y problemas dentales y cardíacos (Kaye, Wierenga, Bailer, Simmons, &Bischoff-Grethe, 2013). En el plano psicológico, las personas con BN a menudo luchan con sentimientos de culpa, vergüenza y baja autoestima, y tienen un mayor riesgo de depresión y ansiedad (Fernández-Aranda et al., 2020).

Al igual que la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa es un trastorno complejo que probablemente se deba a una interacción de factores genéticos, ambientales y psicológicos.

Los estudios de gemelos sugieren que la BN tiene una heredabilidad de aproximadamente el 50%, lo que indica un fuerte componente genético (Bulik et al., 2000). Los factores ambientales, como la presión social para ser delgado y el estigma del sobrepeso, también pueden desempeñar un papel en el desarrollo de la BN (Striegel-Moore &Bulik, 2007).

CONCEPTUALIZACIÓN DE LOS TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD

La conocida como personalidad y sus trastornos tiene un largo recorrido histórico. La primera clasificación de los trastornos psicológicos proviene de Grecia. Hipócrates en el IV a.C. distinguió 4 tipos de humores y los 30 tipos de Teofrasto.

Desde la época clásica han existido diferentes versiones. Una de ellas, la teoría de las facultades, la más antigua, para la cual la mente era concebida como conjunto de poderes, facultades o funciones. La división entre funciones intelectuales (cognitivas), emocionales y volitivos fue la más popular. Otra de ellas es la teoría del asociacionismo: para Hobbes, Locke y otros filósofos británicos “la mente es una hoja en blanco” donde las ideas nacían de ideas simples obtenidas por los sentidos en asociación unas con otras. Hacia finales del XVIII, a esta teoría se añade la necesidad de añadir ciertas estructuras “innatas” puesto que la experiencia no podía explicar todo el conocimiento.

Comenzando el siglo XIX ambas teorías competían, siendo la teoría de las facultades, inspiradora de la frenología, quien finalmente de origen al concepto de tipologías de la personalidad que expresarían una organización armoniosa de las partes psicológicas.

La psicología de las facultades y la teoría del asociacionismo compartían la idea de que mente y conducta podrían dividirse en rasgos. Estos rasgos pasaron a ser la unidad de análisis de la conducta humana (Berrios, 2018).

A finales del siglo XIX, la estadística y el nacimiento del concepto de correlación vienen a sumarse para crear tipologías agrupadas cristalizando en una incipiente evidencia científica. A principio del siglo XX la personalidad ya era un pilar de la psicopatología.

Schneider en 1923 aporta las primeras descripciones de los trastornos de la personalidad, las conocidas como “personalidades psicopáticas” para referirse a variedades anormales del modo de ser psíquico. Los trastornos de la personalidad son definidos como un desvío estadístico, no morboso del modo de ser psíquico advirtiendo que “clasificar tipos por cualidades dominantes es ilusorio”. (Schneider, 1950).

El concepto de personalidad está presente desde el nacimiento de los diferentes intentos de clasificación. Sin embargo y hasta el día de hoy, cualquier intento de clasificaciónaún no ha sido capaz a corregir los diferentes problemas que acucian a los sistemas diagnósticos.

Los diferentes intentos de definición de los trastornos de la personalidad, no obstante, parece que cristalizan en un cierto consenso donde la personalidad podría considerarse como un patrón de pensamientos, sentimientos y conductas característicos que distingue a las personas entre sí y que persiste a lo largo del tiempo y a través de las situaciones (Phares, 1988).

“Los trastornos de la personalidad son un patrón permanente de experiencia y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto y se manifiesta en las áreas cognitivas (formas de percibir e interpretarse a uno mismo, a otras personas y a los acontecimientos; afectividad (el rango, la intensidad, la labilidad y la adecuación de la respuesta emocional); funcionamiento interpersonal y control de los impulsos. Se trataría de patrones inflexibles, persistentes, estables y de larga duración, que provocan malestar clínicamente significativo” (DSM-5).

Entrado el siglo XX, el rasgo se constituyó como la unidad de análisis definiéndose como unpatrón de percibir, relacionarse y pensar respecto al entorno y a sí mismo, que se presenta en una vasta gama de importantes contextos sociales y personales. Para los teóricos de los rasgos éstos son constitutivos tanto de la personalidad normal como patológica, se transformarían en Trastornos de la personalidad cuando son inflexibles y desadaptativos, omnipresentes, de inicio precoz, resistentes al cambio y causantes de deterioro y malestar significativo.

Sin embargo, el marco conceptual para los trastornos de la personalidad ha ido cambiando desde un primer intento dimensional (rasgos) con mayor éxito que el estructural (teoría psicodinámica), hasta el sistema categorial que caracterizó al DSM III y IV. Debido a las críticas que acuciaron a los sistemas diagnósticos el actual DSM V cristaliza en un intento híbrido de conceptualizar los trastornos de la personalidad.

A día de hoy el debate sobre la definición de los trastornos de la personalidad sigue estando más abierto que nunca con un sistema aún categorial que a pocos satisface combinado con una teoría de los rasgos siendo Millon su máximo exponente para el cual los trastornos serían desarrollos patológicos de los rasgos (Millon y David, 1997 y los modelos psicodinámicos para los cuales la personalidad representaría la integración de los estilos conductuales arraigados en el temperamento, las capacidades cognitivas, el carácter y los sistemas de valores internalizados (Kernberg y Caligor,2005).

Desde que el concepto de TP se introdujo por primera vez en psicología y psiquiatría, se ha sugerido que los TP están relacionados con un procesamiento emocional disfuncional. Las personas que presentan TP experimentan emociones inadecuadas, muestran problemas para controlarlas y tienen una percepción e interpretación emocional distorsionada a partir de la cual surgen diferentes intentos de regulación de las mismas. Hoy sabemos que cualquier teoría de la mente, la personalidad o el funcionamiento humano debe definir los aspectos clave entre las emociones y las diferentes formas de regularlas.

El acercamiento científico al estudio de la personalidad se ha centrado en la búsqueda, descripción, análisis y medida de los elementos básicos que la configuran, es decir, los rasgos. Los teóricos de los rasgos han tenido éxito en la medida que los rasgos tienen como característica principal su dimensionalidad, que implica que su presencia no se caracteriza en términos absolutos (Belloch Fuster, 2019)

Sin embargo, los estudios actuales solo muestran una parte de la realidad, aquella a partir de considerar la unidad rasgo como suficientemente científica como para establecer estudios a partir de ella.

Para Berrios 2008 “los trastornos de la personalidad no son más que palimpsestos cuyos orígenes europeos apenas se ocultan bajo una capa de barniz empírico”.

Sea como fuere, la presencia de un trastorno de la personalidad puede complicar el tratamiento de los trastornos de la alimentación y se ha asociado con peores resultados (Steinhausen, 2009).

 

CONCEPTUALIZACIÓN DEL RASGO OBSESIVO DE LA PERSONALIDAD desde diferentes enfoques teóricos

El TOCP es bastante frecuente hoy día en la cultura occidental (con una prevalencia que va del 1 al 6%), siendo más frecuente en hombres que en mujeres 2 a 1. (Vicente E Caballo, 2001)

En las últimas dos décadas, la noción de un espectro de trastornos relacionados con el rasgo obsesivo compulsivo ha ido en aumento (Bartz et al., 2006).

El espectro OC se propuso en respuesta a las observaciones de que el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), el trastorno dismórfico corporal (TDC), los trastornos alimentarios (DE) y los trastornos del espectro autista (TEA) comparten características obsesivo-compulsivas (Allen et al., 2003). De estas características, la inflexibilidad cognitiva, las obsesiones y las conductas repetitivas son las más destacadas (Snyder et al., 2015).

El concepto que ha llegado hasta nuestros díasen relación a la personalidad obsesiva tiene su origen en diferentes autores que a lo largo del S. XX expusieron sus teorías: Psicópatas inseguros de sí mismo (K. Schneider, 1923,1950), tipo sensitivo (E. Kretschmer, 1918), carácter anal (S. Freud, 1908; K. Abraham, 1921, 1927), carácter compulsivo (W. Reich, 1933), orientación a la acumulación (E. Fromm, 1947), estilo rígido (D. Shapiro), personalidad conformista (T. Millon, 1969).

La primera edición del DSM incluyó una “personalidad compulsiva” que claramente constituía una prolongación de la personalidad anal de Sigmund Freud. La elección de un término distinto (“compulsiva” en vez de “anal”) con el que denominarla permitía prescindir de las hipótesis etiológicas freudianas.

  1. Freud (1908/1959) identificó la tríada anal, caracterizando al carácter anal como el que tiene (a) preocupación por el orden, por la higiene corporal y por los detalles pequeños, (b) mezquindad – codicia por el dinero y ganancia material; y (c) obstinación- terquedad e inflexibilidad excesiva.
  2. Freud (1966) agregó que el desarrollo del carácter obsesivo deriva de una falla en el desarrollo para alcanzar la fusión del amor y el odio, actividad y pasividad, y libido y agresión.

Salzman (1968) amplió la conceptualización de A.Freud (1966) de la obsesividad e identificó la necesidad de control como un tema central.

Salzman sostuvo que el miedo a los sentimientos negativos potencialmente causantes de inestabilidad y falta de seguridad lleva a una necesidad de eliminar completamente los sentimientos de la vida de la persona a través del uso excesivo de defensas y la urgencia por controlar emociones, pensamientos y comportamientos propios y de los otros.

Otro objetivo es disminuir el sentimiento de culpa que subyace al uso excesivo de las defensas y la necesidad de autocastigo.

Los conceptos provenientes del S.XX alrededor del concepto personalidad obsesiva pasaron a ser sustituidos en el último tercio del mismo por categorías más acordes con las realidades socio-económicas y con el pensamiento hoy día hegemónico en el ámbito de la psicología: una psiquiatría biológica, una psicología conductista y una psicopatología estadística que cristalizaron en las últimas versiones de los sistemas diagnósticos. Todo ello dará como resultado los sistemas actuales de diagnóstico.

Los modelos psicodinámicos siempre han contribuido a una descripción no categorial donde la personalidad representaría la integración de los estilos conductuales arraigados en el temperamento, las capacidades cognitivas, el carácter y los sistemas de valores internalizados (Kernberg y Caligor,2005). Uno de los acercamientos más relacionados con el estudio de la personalidad lo representa Otto Kernberg alejado de las clasificaciones categoriales o dimensionales de la personalidad para el cual el diagnóstico se ha de sustentar en la organización de la personalidad de base.

El nivel de organización de la personalidad para este modelo se representa a través de la estructura normal, neurótica y borderline en cuanto a una serie de dimensiones: identidad, defensas, prueba de realidad, agresión, valores internalizados y relaciones objetales.

En cuanto a los valores internalizados volvemos a encontrarnos la patología del superyo como diferenciador entre una patología de superyo neurótica caracterizada por excesivos sentimientos de culpa e inflexibilidad y la organización borderline con lagunas significativas en el superyo caracterizadas por un sistema de valores contradictorios. (Kernberg, 2020)

Aunque Freud en un primer momento no prestase demasiado interés  por la personalidad debido a un interés por la explicación del síntoma, sí desarrolla un modelo estructural que sirve de base de la comprensión de los tp. El desarrollo del modelo estructural freudiano publicado en 1923 “El yo y el ello” donde las tres estructuras ello, yo y superyo coexisten.

El trastorno de la personalidad obsesiva para la corriente dinámica hace referencia a excesiva severidad del superyo. La personalidad se vería fuertemente influenciada por los imperativos del superyo, refiriéndose a personas excesivamente morales, rígidas con tendencia a la ansiedad evolucionada que llamarían culpa. El modelo hace alusión a un mecanismo defensivo conocido como formación reactiva. Manifiestan una forma de relación con el objeto caracterizada por el deseo de “retener” y “controlar” al objeto, una preferencia por el mundo de las cosas, un desequilibrio en favor del mundo externo, del mundo de las cosas y relaciones interpersonales con carácter cosificador y un tipo de vida alienado de los sentimientos (Hernandez, 2008)

Para los modelos psicodinámicos, si la estabilidad mental requiere de una relación equilibrada entre el mundo interno y el mundo externo, entre el dentro y el fuera, una vertiente patológica del equilibrio en favor del mundo externo sería la patología obsesiva , sobre todo aquella que mantiene al sujeto pendiente de la posesión y el control de las cosas. Este equilibrio en favor del mundo externo, del mundo de las cosas tiende a organizar un tipo de vida alienado los sentimientos y de sus repercusiones emocionales empobrecido en contenido emocional.(Forti Sampietro, 2020)

Podríamos especular entonces que dentro del nivel neurótico se situarían los trastornos obsesivos con una patología del superyo manifestada a través de la autocrítica desmedida con un sistema defensivo más bien rígido donde predominan la culpa y la autocrítica siendo el comportamiento anoréxico un síntoma más de la patología obsesiva.

Dentro de la organización límítrofe cuyo concepto excede al trastorno de la personalidad límite conocido según los modelos actuales de diagnóstico, el superyo haría acto de presencia solo en algunas ocasiones cursando con impulsividad y ofreciendo el síntoma bulímico como intento de regulación emocional.

Así pues, entenderíamos la anorexia purgativa más como un síntoma cercano al fenómeno tlp que a la definición estructural prototípica de la anorexia.

El rasgo obsesivo encarnado en un superyo rígido constituiría un polo del eje transdiagnóstico sobre el que se situarían los diferentes trastornos de alimentación. La obsesividad y la impulsividad representarían el otro polo, encontrando en la alimentación una conducta social aprendida que sirviese como regulador de polos opuestos.

Los trastornos de la personalidad tienen otro enfoque desde la comprensión y conceptualización de los fenómenos disociativos. Los trastornos de la personalidad y sobre todo el grupo de trastornos resultantes del trauma son hoy más comprensibles gracias al concepto de disociación (Howell, E.F., 2005). “La disociación es una respuesta adaptativa frente al trauma, permitiendo que el individuo sobreviva. Protege del dolor y preserva un sentido de seguridad y control”. Así pues, cuando el trauma es repetido y ocurre en la primera infancia la respuesta disociativa se vuelve automática y contribuye al origen de los trastornos de la personalidad. La disociación podría encontrarse en la base de todos los trastornos de la personalidad.

Existen diferentes acepciones dentro de la historia de la psicología del término disociación. El concepto que se ha manejado clásicamente ha nacido de pioneros en el estudio de la disociación de manos de Janet, Freud, Ferenczi y Fairbairn. Sin embargo, ha sido Janet el principal teórico en lo que respecta al concepto disociación que abordamos para este trabajo. Janet fue el primero en explicar la relación entre trauma y disociación y utilizar estos conceptos para explicar los muchos síntomas de la histeria. En particular Janet  mostró cómo se codifican los recuerdos traumáticos en el cuerpo y cómo estas memorias traumáticas  se manifiestan en experiencias sensoriomotoras y componentes afectivos.

Para Janet, serán las emociones intensas las que  impiden la asociación. De ahí su conocido aforismo para describir el fenómeno de la histeria como “la enfermedad de la síntesis” donde expresa la idea de que el trauma sobrepasaría la capacidad de la mente para sintetizar.

Pierre Janet, es sin duda quien representa el relato más detallado y articulado de la conexión entre la división de la personalidad o de la conciencia (disociación) y la histeria. Sea como fuere, sin duda todos los teóricos, Janet, Freud, Ferenczi y Fairbairn, desarrollan por caminos diferentes teorías de la disociación que hoy necesitamos volver a recuperar para la comprensión de la psicopatología actual.

Será Fairbairn quien además (Citado en Howel, 2005) describa por primera vez como el niño divide la psique para dar cabida a las relaciones de apego problemáticas  proporcionando así la base para la teoría psicoanalítica relacional.

Para Putnan (citado en Howel , 2005) “los diferentes puntos de vistas convergen en la idea de la disociación representa un fracaso de la integración de las ideas, la información, los afectos y la experiencia”.

La importancia del trabajo pionero de Janet  consiste en comprender cómo en el origen de la disociación se encuentra el trauma que supone sentirse  aterrorizada  por una emoción extrema que el sujeto no es capaz a asimilar dentro del marco mental del que dispone el sujeto, por lo cual es incapaz de asimilar esta experiencia abrumadora dentro de su historia personal.

Más recientemente Bromberg  2003 habla de la disociación como defensa contra la repetición del trauma. La cualidad clave de la disociación es su capacidad para retener la protección adaptativa que ofrece la separación incompatible con los estados del self, de modo que cada uno pueda seguir desempeñando su propio papel, sin obstáculos de la consciencia.

Bromberg (citado en H. Sands, 2007) define la disociación como una experiencia que secuestra patrones incompatibles de auto-experiencia, lo que limita su comunicación. Esta definición también describe nuestra respuesta a las experiencias emocionales muy dolorosas que pueden ocurrir en el desarrollo.

Para Van der Hart (2008) la disociación es a menudo psicológicamente defensiva, una protección contra los afectos y recuerdos  dolorosos, pero también puede ser una respuesta organísmica y automática al peligro inmediato. Para el autor: “Una o más de las partes disociadas de la personalidad del sujeto evitan los recuerdos traumáticos y desempeñan las funciones de la vida diaria mientras que una o más partes de ella persisten fijadas a las experiencias traumáticas y a las acciones defensivas”.

El estudio de los fenómenos disociativos hasta este momento ha sido observado desde un prisma más general y global. Será más recientemente Onno van der Hart quien ofrezca una visión dimensional de dichos fenómenos.

Las víctimas traumatizadas para el modelo de disociación estructural operan mediante una fobia a las acciones mentales derivadas del trauma. La disociación estructural se mantiene tanto en cuanto la persona traumatizada mantiene alejada las sensaciones, pensamientos, recuerdos, emociones relacionadas con las situaciones traumáticas. Modelos psicodinámicos y distorsiones cognitivas podrían entenderse en relación a dichas fobias (McCullough et al., 2003)

En el mismo sentido, desde corrientes cercanas al trauma y la disociación en relación a los trastornos de alimentación, la obsesión por la vergüenza corporal está contenida dentro de la parte disociativa del «yo rechazado» (Seijo, 2000). Para Seijo: “esta parte disociativa adquiere un papel crucial en el mundo interno, especialmente en los casos de anorexia y bulimia nerviosa, trastornos en los que la imagen corporal es el centro de sus vidas”.

El concepto del yo rechazado se puede explicar mediante la idea de aquello que la persona no quiere volver a ser nunca más. La disociación se produce a partir de la distorsión de la imagen corporal, la defensa disociativa del yo rechazado y la causa principal de muchos bloqueos en el tratamiento (Seijo, 2016).

Una hipótesis planteada por Recalcati, 1997 expone que “anorexia y bulimia no son simples alternativas en antagonismo, sino las dos caras de una misma moneda, donde la anorexia indica la realización del ideal del sujeto, mientras la bulimia representa su naufragio asociado a la irrupción de los real pulsional en la escena del Ideal”. Concluyendo que la lógica que inspira el discurso anoréxico-bulímico es una sola.

Sea como fuere, diferentes modelos teóricos muestran una estructura del orden de lo obsesivo tanto en cuanto representa una parte disociada, estricta, punitiva, castigadora, llena de vergüenza, representante de una historia vincular que genera un fallo de integración donde el cuerpo (y la grasa) asumen toda la carga metafórica de lo rechazado.

 LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA DE ALIMENTACIÓN Y LA PERSONALIDAD OBSESIVA 

Los estudios transculturales sobre la prevalencia de los trastornos de la personalidad (TP) indican que estos están presentes en todas las culturas alrededor del mundo. Las tasas de TP varían según la población estudiada, siendo más altas en poblaciones clínicas encomparación con muestras de la comunidad.

El trastorno límite de la personalidad (TLP) se encuentra consistentemente con una alta prevalencia en todo el mundo, y el trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad también es frecuente, especialmente en sociedades modernas de alto nivel económicodonde se valora la eficiencia, la organización yel cumplimiento de normas y reglas. En estas culturas individualistas, donde se enfatiza laautonomía y el logro personal, los rasgos obsesivos-compulsivos pueden ser más comunes. (Gawda, B. 2018)

 

Las investigaciones han identificado múltiples correlaciones entre los trastornos de la personalidad y los trastornos de la alimentación.

Estas correlaciones pueden proporcionar una visión útil de la etiología de los trastornos de la alimentación y ayudar a guiar las intervenciones de tratamiento.

Los trastornos de la personalidad y los trastornos de alimentación a menudo coexisten y se influencian mutuamente. La presencia concomitante de estos trastornos puede complicar el diagnóstico y el tratamiento, y puede influir en el pronóstico y el curso de la enfermedad (Cassin &Von Ranson, 2005).

Los diferentes estudios científicos aún hoy no han logrado esclarecer las causas de la excesiva correlación entre los trastornos de la personalidad y los trastornos de alimentación, siendo necesario acudir a modelos psicodinámicos para una comprensión alternativa.

La comorbilidad entre los trastornos de alimentación y los tp podrían reflejar una expresión sintomática de la patología de la personalidad, aludiendo a un concepto de causalidad y no de correlación solo planteado como un supuesto aún sin esclarecer. Del mismo modo se podría plantear una patología común subyacente o una estructura general de funcionamiento que diese cuenta del funcionamiento desde un punto de vista global. A día de hoy no hay apoyo empírico suficiente para ninguna de las hipótesis anteriores.

En una línea similar, al revisar los estudios sobre la frecuencia de los trastornos de la personalidad, Sansone et al. (2006) encontraron que el trastorno límite de la personalidad es el diagnóstico más frecuente en la bulimia nerviosa y que el trastorno de la personalidad obsesiva-compulsiva es el diagnóstico más frecuente en la anorexia nerviosa. Sin embargo, cabe destacar que el trastorno límite de la personalidad no es raro en la anorexia nerviosa restrictiva (más del 10 %) y que el trastorno de personalidad OC no es raro en la bulimia nerviosa (más del 10 %). Es clínicamente más apropiado considerar ambas dimensiones como problemas transdiagnósticos. (Randy A. Sansone, 2006).

Rasgos de personalidad en anorexia nerviosa (AN)

La anorexia nerviosa (AN) se ha relacionado con varios rasgos de personalidad que se sitúan en el espectro obsesivo-compulsivo. Un aspecto clave de esta relación es el perfeccionismo, un rasgo que se ha asociado constantemente con un mayor riesgo de AN (Bastiani et al., 1995). Los individuos con AN tienden a tener estándares elevados y a ser extremadamente críticos consigo mismos, lo que puede contribuir a la insatisfacción con su cuerpo y al miedo intenso a ganar peso que caracteriza la enfermedad (Bulik, Tozzi, Anderson, Mazzeo, Aggen, & Sullivan, 2003).

La rigidez cognitiva, otra característica del espectro obsesivo-compulsivo, también se ha asociado con la AN (Tchanturia et al., 2012). Este rasgo se refiere a una tendencia a adherirse estrictamente a reglas y rutinas, y a tener dificultades para adaptarse a nuevas situaciones o para cambiar de perspectiva. En el contexto de la AN, la rigidez cognitiva puede manifestarse como una adhesión rígida a las reglas dietéticas y a las rutinas de ejercicio, y una resistencia a los cambios en estos comportamientos.

Además de estos rasgos, algunos estudios también han encontrado una mayor prevalencia de obsesiones y compulsiones, tanto relacionadas como no relacionadas con la comida, en las personas con AN en comparación con los controles sanos (Kaye et al., 2004). Las obsesiones pueden centrarse en los alimentos, el peso o la forma corporal, mientras que las compulsiones pueden incluir comportamientos como el conteo de calorías, el pesado de alimentos y el ejercicio excesivo. Estos comportamientos pueden servir para aliviar la ansiedad y el estrés, pero también pueden reforzar la restricción alimentaria y contribuir al mantenimiento de la AN.

El DSM-5 también hace referencia a estos rasgos de personalidad en su descripción de la AN. Según el DSM-5, las personas con AN pueden tener una «falta de reconocimiento de la gravedad de la enfermedad» y pueden ser «excesivamente conformistas, obedientes y adherentes a las normas», rasgos que reflejan la rigidez cognitiva y el perfeccionismo (American PsychiatricAssociation, 2013).

Además de las obsesiones y compulsiones, la evitación de la incertidumbre es otro rasgo asociado con el espectro obsesivo-compulsivo que puede estar presente en las personas con AN. Los individuos con AN pueden tener dificultades para tolerar la incertidumbre y pueden buscar reducirla a través de comportamientos como la restricción alimentaria, el control del peso y la forma corporal, y el seguimiento de reglas y rutinas alimentarias estrictas (Sternheim, Startup, & Schmidt, 2011).

Como se mencionó anteriormente, las personas con AN tienden a mostrar altos niveles de perfeccionismo, rigidez y obsesión por los detalles, características que son emblemáticas del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad (OCPD) (Anderluh et al., 2003; Kaye et al., 2013).

Uno de los trastornos de la personalidad más comúnmente asociados con los trastornos de alimentación es el Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad (OCPD). Se ha encontrado una alta prevalencia de OCPD en personas con Anorexia Nerviosa (AN), con estudios que informan que hasta un 40% de los individuos con AN también cumplen con los criterios para el OCPD (Anderluh et al., 2003). Los rasgos característicos del OCPD, como el perfeccionismo, la preocupación por el orden y el control, pueden contribuir a la obsesión por el peso y la alimentación que se observa en la AN (Halmi et al., 2005).

También es importante destacar que, aunque estos rasgos de personalidad pueden estar presentes en muchas personas con AN, no todos los individuos con el trastorno los presentarán. La AN es un trastorno heterogéneo, y los rasgos de personalidad y los comportamientos pueden variar ampliamente entre los individuos con la enfermedad.

Además, se ha demostrado que la personalidad obsesiva-compulsiva es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de la alimentación. Un estudio longitudinales a largo plazo encontró que los rasgos de personalidad obsesiva en la infancia se asociaban con un mayor riesgo de desarrollar anorexia nerviosa en la edad adulta (Anderluh et al., 2003). Otro estudio encontró que los individuos con bulimia nerviosa eran más propensos a tener un trastorno de la personalidad obsesiva-compulsiva que la población general (Godart et al., 2007).

Los rasgos de personalidad pueden también influir en la gravedad de los trastornos de la alimentación. Por ejemplo, se ha encontrado que los individuos con anorexia nerviosa y trastorno de la personalidad obsesiva-compulsiva tienden a tener un índice de masa corporal más bajo y un inicio de la enfermedad a una edad más temprana que aquellos sin un trastorno de la personalidad (Godart et al., 2007).

Rasgos de personalidad en bulimia nerviosa(BN )

En el caso de la bulimia nerviosa (BN), varios rasgos de personalidad y factores psicológicos se han asociado con un mayor riesgo de desarrollar este trastorno.

Los rasgos de personalidad juegan un papel determinante en la Bulimia Nerviosa (BN). Entre estos rasgos, se encuentran la impulsividad, la dificultad en la regulación emocional, el perfeccionismo, la baja autoestima, la sensibilidad al rechazo, la inestabilidad emocional, la evitación de la ansiedad y la desregulación afectiva.

La impulsividad, entendida como la tendencia a actuar de forma precipitada o sin reflexionar, se ha identificado como un rasgo de personalidad significativo en individuos con BN (Waxman, 2009). La incapacidad para resistir los impulsos puede llevar a comportamientos perjudiciales, como los episodios de atracones y purgas. Un estudio longitudinal encontró que la impulsividad en la infancia estaba asociada con un mayor riesgo de desarrollar BN en la edad adulta (Anderluh et al., 2003).

La dificultad en la regulación emocional es otro factor común en individuos con BN. Estas personas pueden usar los comportamientos alimentarios desordenados, como los atracones y las purgas, como una forma de manejar emociones negativas (Harrison, Sullivan, Tchanturia, &Treasure, 2010).

El perfeccionismo puede estar presente en personas con BN, manifestándose como una presión interna para cumplir con estándares irrealmente altos, que puede contribuir a la insatisfacción corporal y a comportamientos alimentarios desordenados (Bardone-Cone et al., 2007).

La baja autoestima es común en personas con BN y puede ser tanto una causa como una consecuencia de los comportamientos alimentarios desordenados. Las personas con baja autoestima pueden usar los atracones y purgas como una forma de afrontamiento negativo (Button& Warren, 2001).

La sensibilidad al rechazo y la fuerte necesidad de aprobación de los demás, es otro rasgo que puede aumentar la vulnerabilidad a la insatisfacción corporal y a los comportamientos alimentarios desordenados (Pinto & Mancebo, 2009).

La inestabilidad emocional, caracterizada por fluctuaciones significativas en el estado de ánimo, puede contribuir a los ciclos de atracones y purgas (Anestis et al., 2009).

La evitación de la ansiedad es un patrón de comportamiento característico en personas con BN, que puede incluir situaciones relacionadas con la comida y la ingesta de alimentos. Los comportamientos de purga pueden ser una forma de aliviar la ansiedad causada por los atracones (De Young et al., 2013).

La desregulación afectiva, que se refiere a la dificultad para gestionar y responder a las emociones fuertes de una manera saludable, es un rasgo común en individuos con BN. Estas personas pueden recurrir a los atracones y purgas como una forma de gestionar emociones abrumadoras (Svaldi et al., 2012).

Finalmente, aunque la obsesión por el orden y la simetría es más comúnmente asociada con el Trastorno Obsesivo-Compulsivo, estos rasgos también pueden presentarse en algunos individuos con BN. Esta obsesión puede manifestarse en comportamientos relacionados con la alimentación, como la necesidad de comer alimentos en un cierto orden o la preocupación excesiva por la simetría en la presentación de los alimentos (Altman &Shankman, 2009).

Estos diversos rasgos de personalidad no solo brindan una comprensión más profunda de la BN, sino que también pueden informar enfoques de tratamiento más efectivos y personalizados.

La bulimia nerviosa (BN)se ha asociado con mayor frecuencia con rasgos de personalidad borderline y antisocial.

Estos incluyen la impulsividad, la inestabilidad emocional y la tendencia a involucrarse en comportamientos riesgosos, que pueden contribuir a los episodios de atracones y purgas que caracterizan a la BN (Cassin &von Ranson, 2005).

Además, la evitación del daño y la búsqueda de novedades, dos dimensiones de la personalidad que están vinculadas con la ansiedad y la impulsividad, respectivamente, se han asociado con los trastornos de la alimentación en general (Fassino et al., 2002).

Los estudios han encontrado que hasta un tercio de los individuos con BN también cumplen con los criterios para trastorno límite de la personalidad (Chen et al., 2008). Los rasgos característicos del trastorno límite, como la impulsividad y la inestabilidad emocional, pueden contribuir a los episodios de atracones y purgas que se observan en la BN (Sansone&Sansone, 2007).

Son muchos los estudios que han presentado la correlación entre la bulimia y el trastorno de la personalidad limítrofe, con una tasa de prevalencia de alrededor del 31% (Cassin &von Ranson, 2005), aunque las tasas de prevalencia oscilan entre el 2% y más del 50% (Skodol et al., 1993).

METODOLOGÍA

El objetivo de este estudio es analizar las relaciones existentes entre varios patrones de personalidad y la presencia de problemas de conducta alimentaria, específicamente la anorexia y la bulimia. El diseño de la investigación está basado en el uso de un cuestionario de autoinforme para medir los patrones de personalidad y una escala de conducta alimentaria, que se desarrolló a partir de algunos ítems relevantes del cuestionario. Además, se exploró la posibilidad de que estas relaciones sean diferentes entre hombres y mujeres. A continuación, se detalla la metodología empleada, incluyendo información sobre la muestra de participantes, los instrumentos utilizados y el procedimiento de recogida de datos, así como los métodos de análisis de datos.

Participantes

La muestra utilizada para este estudio consistió en 1.725 pacientes (59.1% mujeres) que habían recibido atención psicológica en el Centro de Psicoterapia y Personalidad Persum. Las edades de los participantes variaban de 21 a 91 años, con una edad media de 45.12 años y una desviación estándar de 12.16 años.

Instrumentos

Para la recopilación de los datos, se utilizó el Inventario Clínico Multiaxial de Millon-III (MCMI-III; Millon et al., 1997), específicamente la adaptación española realizada por Hernáez y Sánchez (2007). Esta herramienta consta de 175 ítems con respuesta de tipo dicotómica (verdadero/falso), divididos en 28 escalas. Estas escalas miden patrones de personalidad y síndromes clínicos básicos, moderados y severos. Para este estudio, nos enfocamos en las escalas que medían los patrones de personalidad, específicamente las escalas de Esquizoide, Evitativo, Depresivo, Dependiente, Histriónico, Narcisista, Antisocial, Agresivo, Compulsivo, Negativista, Autodestructivo, Esquizotípico, Límite y Paranoide.

Además, diseñamos una escala a partir de cuatro ítems del MCMI-III que miden indicadores de trastornos alimentarios. Esta escala resultó tener un alfa de Cronbach de 0.56.

Procedimiento

Los datos fueron recopilados a lo largo de un periodo de varios años a partir de un muestreo de conveniencia que incluyó a pacientes que iniciaron un proceso de psicoterapia en el Centro de Psicoterapia y Personalidad Persum en Oviedo. La prueba fue administrada después de la primera sesión de evaluación, durante la cual se informaba e instruía a los pacientes sobre cómo completarla. Los pacientes debían completar la prueba antes de su segunda sesión.

Análisis de Datos

Para evaluar la relación entre los patrones de personalidad y la presencia de indicadores de trastornos alimentarios, primero se verificó la normalidad de los datos mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov. Dado que los datos no cumplían con el supuesto de normalidad, se utilizó el coeficiente de correlación Rho de Spearman para determinar la relación entre estas variables.

Para evaluar si esta relación variaba según el sexo, se realizó el análisis de correlación por separado para hombres y mujeres. Las diferencias entre estas correlaciones se evaluaron mediante el procedimiento de Eid et al. (2011). Se utilizó la q de Cohen para medir el tamaño del efecto.

 

RESULTADOS

Los resultados obtenidos a partir de los análisis realizados proporcionan información importante sobre las correlaciones entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria.

Comenzando con la verificación del supuesto de normalidad a través de la prueba de Kolmogorov-Smirnov, se encontró que todas las variables analizadas eran estadísticamente significativas, indicando la violación del supuesto de normalidad. Esta característica de los datos implicó el uso del coeficiente de correlación Rho de Spearman para los análisis posteriores.

Se observó una variedad de correlaciones entre los patrones de personalidad y la presencia de problemas de conducta alimentaria en la muestra general. Como se puede apreciar en la Tabla 1, la mayoría de los patrones de personalidad mostraron una correlación negativa o nula con los problemas de conducta alimentaria. En este sentido, destaca el patrón de personalidad Compulsivo, que resultó ser el único con una correlación positiva. Este resultado podría sugerir que los individuos con este patrón de personalidad tienen una mayor propensión a desarrollar problemas de conducta alimentaria.

 

Tabla 1.

Rho de Spearman entre patrones de personalidad y problemas de conducta alimentaria

Patrones de personalidad Problemas de conducta alimentaria
Esquizoide -0,182**
Evitativo -0,247**
Depresivo -0,313**
Dependiente -0,283**
Histriónico 0,081*
Narcisista -0,016
Antisocial -0,285**
Agresivo -0,318**
Compulsivo 0,206**
Negativista -0,340**
Autodestructivo -0,317**
Esquizotipico -0,306**
Limite -0,344**
Paranoide -0,270**

Nota. **: p< 0,001; *: p<0,05

 

La prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnov reveló que todas las variables eran significativas y no cumplían con el supuesto de normalidad. Esto nos llevó a utilizar el coeficiente de correlación Rho de Spearman para estudiar la correlación entre los patrones de personalidad y la presencia de posibles problemas de conducta alimentaria.

Para la muestra general, se observó que la mayoría de los patrones de personalidad presentaban una correlación negativa o nula con los problemas de conducta alimentaria, excepto el patrón Compulsivo, que presentó una correlación positiva de 0,206 (p < 0,001). Entre los patrones de personalidad con correlaciones negativas más fuertes con problemas de conducta alimentaria estaban el Negativista con -0,340 (p < 0,001), Limite con -0,344 (p < 0,001), y Agresivo con -0,318 (p < 0,001).

Además, se realizó un análisis estratificado por sexo para explorar las posibles diferencias en las correlaciones entre los patrones de personalidad y la presencia de problemas de conducta alimentaria. Los resultados, presentados en la Tabla 2, muestran una variación significativa en la correlación entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria según el sexo de los individuos. De hecho, casi todos los patrones de personalidad mostraron diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres, con algunos de ellos mostrando tamaños de efecto pequeños (q > 0,1). Esto podría sugerir que el sexo puede tener un papel importante en la relación entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria.

Al desglosar los resultados por género, se encontraron diferencias estadísticamente significativas en casi todos los patrones de personalidad. Por ejemplo, el patrón Agresivo mostró una correlación de -0,267 (p < 0,001) en hombres y -0,354 (p < 0,001) en mujeres. De manera similar, el patrón Compulsivo mostró una correlación de 0,117 (p < 0,05) en hombres y 0,256 (p < 0,001) en mujeres. En ambos casos, la comparación de estas correlaciones resultó ser significativa, con valores de q de Cohen que indicaban tamaños de efecto pequeños a moderados.

Al considerar las correlaciones con los indicadores específicos para anorexia y bulimia, se encontraron correlaciones similares. Para la bulimia, el patrón Compulsivo mostró una correlación positiva de 0,190 (p < 0,001) y el Negativista una correlación negativa de -0,277 (p < 0,001). Para la anorexia, las correlaciones correspondientes fueron 0,137 (p < 0,001) y -0,259 (p < 0,001), respectivamente.

 

 

Tabla 2.

Rho de Spearman entre patrones de personalidad y problemas de conducta alimentaria según sexo, comparación según sexo y q de Cohen

Patrón de personalidad Hombre Mujer p (q)
Esquizoide -0,141** -0,235** 0,022 (0,098)
Evitativo -0,182** -0,274** 0,023 (0,097)
Depresivo -0,223** -0,336** 0,006 (0,123)
Dependiente -0,205** -0,296** 0,024 (0,097)
Histriónico 0,055 0,114** 0,113 (0,058)
Narcisista -0,028 -0,038 0,419 (0,01)
Antisocial -0,237** -0,372** 0,001 (0,149)
Agresivo -0,267** -0,354** 0,025 (0,096)
Compulsivo 0,117* 0,256** 0,002 (0,144)
Negativista -0,253** -0,375** 0,003 (0,136)
Autodestructivo -0,213** -0,360** 0,001 (0,161)
Esquizotipico -0,214** -0,356** 0,001 (0,155)
Limite -0,229** -0,396** 0,001 (0,186)
Paranoide -0,236** -0,289** 0,123 (0,057)

Nota. **: p< 0,001; *: p< 0,05

 

En cuanto a los trastornos de alimentación específicos, tanto la anorexia como la bulimia, se encontraron correlaciones similares con los patrones de personalidad. Sin embargo, estos resultados deben interpretarse con cautela debido a la baja fiabilidad del instrumento de medida de los problemas de conducta alimentaria (alfa de Cronbach de α = .56). Además, estos resultados proporcionan una visión inicial y exploratoria de la posible relación entre los patrones de personalidad y los trastornos alimentarios específicos.

En general, estos resultados sugieren una relación compleja entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria, con diferencias notables entre hombres y mujeres. Aunque el estudio proporciona algunas pistas sobre la naturaleza de estas relaciones, son necesarios más estudios para entender a fondo estas correlaciones y explorar las posibles causas y mecanismos subyacentes.

DISCUSIÓN

La discusión de los resultados del presente estudio se centra en la correlación encontrada entre varios patrones de personalidad y problemas de conducta alimentaria. Los hallazgos, aunque preliminares, sugieren la existencia de una relación significativa entre estos dos conjuntos de variables. La relación más notable se encuentra en el patrón de personalidad compulsiva, que mostró una correlación positiva con problemas de conducta alimentaria, lo que indica que las personas con este patrón de personalidad pueden ser más propensas a desarrollar estos problemas.

Los resultados también revelan diferencias significativas en la correlación de los patrones de personalidad con los problemas de conducta alimentaria cuando se estratifica por sexo. Casi todos los patrones de personalidad mostraron diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres, lo que sugiere que el sexo puede jugar un papel importante en la interacción entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria. Esta observación respalda la necesidad de considerar la dimensión de género en los estudios futuros sobre este tema.

Además, aunque se encontraron correlaciones similares entre los patrones de personalidad y los trastornos alimentarios específicos como la anorexia y la bulimia, estos resultados deben interpretarse con cautela debido a la baja fiabilidad del instrumento de medida de los problemas de conducta alimentaria.

Estos hallazgos enriquecen la comprensión existente de cómo los patrones de personalidad pueden influir en el desarrollo de problemas de conducta alimentaria y subrayan la importancia de un enfoque más individualizado y específico para el tratamiento y la prevención de estos problemas.

La anorexia y la relación con el rasgo obsesivo ya acumula suficiente evidencia como para que el propio sistema de clasificación DSM en su última versión DSM5 concluyese que existe una asociación entre el trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva y los trastornos de la conducta alimentaria.

Dejando el interrogante abierto en cuanto a una explicación última del fenómeno de la trasversalidad del rasgo obsesivo en cuanto al trastornos de la conducta de alimentación.

En un intento por seguir avanzando en la investigación sobre el concepto personalidad y diferentes síndromes clínicos y aportar luz sobre el fenómenos de la correlación entre los trastornos de personalidad y los trastornos de la conducta de alimentación, planteamos este estudio  con la finalidad de mostrar la utilización del modelo de rasgos como conceptos trasversales a las patologías en la búsqueda última de dejar abierto el debate a futuras investigaciones.

 

Este trabajo presenta un primer intento organizador donde los rasgos obsesivos presentes en las personas que responden de forma positiva a los ítems relacionados con trastornos de alimentación, quizá deja entrever la necesidad de comprender el trastorno obsesivo como un rasgo trasversal y no como un diagnóstico.

Sin embargo, el presente estudio no está exento de limitaciones. La primera es la violación del supuesto de normalidad en los datos, que requería el uso de técnicas de análisis no paramétricas. Además, la fiabilidad del instrumento de medición de los problemas de conducta alimentaria fue baja, lo que puede haber afectado la validez de los resultados. También cabe señalar que este estudio es correlacional, lo que impide establecer relaciones de causalidad entre las variables.

A pesar de estas limitaciones, el estudio proporciona nuevas perspectivas sobre la interrelación entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria. Aunque estos resultados son solo el primer paso, sirven como base para investigaciones futuras que puedan explorar más a fondo estas relaciones, utilizando metodologías de investigación más robustas y refinadas. En última instancia, una mejor comprensión de estas correlaciones puede ayudar a mejorar los enfoques terapéuticos y las intervenciones preventivas para los problemas de conducta alimentaria.

 

CONCLUSIONES

Nuestra investigación exploró la relación entre diversos patrones de personalidad y problemas de conducta alimentaria.

Los hallazgos indican que existe una correlación significativa entre ellos, especialmente el patrón de personalidad compulsiva, que demostró una asociación más fuerte.

Asimismo, se identificaron diferencias significativas en estas relaciones al considerar el factor de género, resaltando la relevancia de las diferencias de sexo en el desarrollo de problemas de conducta alimentaria.

A pesar de las limitaciones del estudio, estos hallazgos aportan un valioso conocimiento a la comprensión de cómo los patrones de personalidad pueden influir en la aparición y el desarrollo de los trastornos alimentarios. Estos resultados pueden ser útiles para el diseño de estrategias de prevención y tratamiento más personalizadas, centrándose en los aspectos de la personalidad que podrían estar contribuyendo a los problemas de conducta alimentaria.

No obstante, se requiere más investigación para confirmar estos hallazgos y profundizar en el entendimiento de estas correlaciones. Los estudios futuros podrían beneficiarse del uso de instrumentos de medida más fiables y de la consideración de otros factores de confusión potenciales. Además, sería interesante explorar las relaciones causales entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria.

En resumen, este estudio ha proporcionado una visión preliminar de las conexiones entre los patrones de personalidad y los problemas de conducta alimentaria, abriendo el camino para futuras investigaciones en esta área crítica y subrayando la importancia de un enfoque más individualizado en el tratamiento y la prevención de estos problemas.

 

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