Los ataques de pánico son episodios repentinos de miedo intenso, en los que la persona que los padece tiene reacciones físicas graves sin que exista ninguna amenaza real. En los ataques de pánico, las reacciones corporales son tan fuertes, que las personas que lo padecen pueden pensar que están sufriendo un infarto, que van a perder el control de su propio cuerpo o que se están volviendo locos.
Cuando estos ataques de ansiedad se repiten en el tiempo y la persona pierde calidad de vida por la preocupación de poder sufrir otro ataque, es que existe un trastorno de pánico. El trastorno de pánico se engloba dentro del grupo de los trastornos de ansiedad. Un trastorno de ansiedad se caracteriza por presentar predominantemente síntomas de ansiedad que son irracionales y excesivamente intensos, así como persistentes y que causan perturbación en la persona que los padece. El trastorno de pánico es un trastorno en el que se presentan de forma recurrente ataques de pánico, pero ¿qué es exactamente un ataque de pánico?
Cuando hablamos de ataque de pánico nos referimos a una experiencia caracterizada por la aparición de forma brusca de miedo intenso que se acompaña de varios síntomas fisiológicos.
Uno de los autores que más ha contribuido al estudio de los ataques de pánico y el trastorno de pánico es Barlow, quien propone que el pánico se podría categorizar, en base a que el ataque de pánico fuese señalado y esperado, en cuatro categorías:
Para poder diagnosticar un ataque de pánico este debe ser inesperado, cuando hay una señal asociada o un estímulo disparador del pánico solemos encontrarnos ante otro tipo de diagnóstico como pueden ser las fobias específicas y la fobia social.
La experiencia de un ataque de pánico se asocia a un perfil diferentes de síntomas del perfil que ocurre en el miedo/ansiedad ante estímulos específicos como por ejemplo las fobias.
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) la definición del ataque de pánico considera que éste es un episodio de intenso miedo o molestias, durante el que aparecen de manera brusca y alcanzan el pico en los 10 minutos.
La ansiedad se manifiesta como una mayor irritabilidad, preocupación exagerada en tu día a día, sudoración de manos, tics, bajada del estado de ánimo….
Hace referencia a la respuesta emocional ante distintos estresores, que pueden ser externos (carga de trabajo, familia, relaciones…) o internos (preocupaciones, duelos no resueltos…). La ansiedad hace referencia a la sintomatología emocional y cognitiva, es decir a lo que sentimos y lo que pensamos.
En cambio, el pánico hace referencia a los síntomas físicos. Si no se trata adecuadamente la ansiedad, puede desencadenar en ataques de pánico. Ambos se retroalimentan, ya que al sufrir ataques de pánico nuestra respuesta emocional de miedo se incrementa, generando mayor preocupación y conductas de evitación que empeoran el cuadro y favorecen la aparición de nuevos ataques de pánico.
Síntomas frecuentes del ataque de pánico
Los niños y adolescentes suelen referir en menor medida síntomas cognitivos como por ejemplo el mido a volverse loco, perder el control o el miedo a morir.
La interpretación catastrófica que el paciente hace de sus síntomas físicos aumenta la sensación de ansiedad y los propios síntomas físicos. Esto es lo que se llama un ataque de pánico.
Los síntomas del trastorno de pánico son tan repentinos, intensos e inexplicables para el que los sufre que habitualmente tiene la sensación de que se va a volver loco en ese momento e incluso de que se va a morir.
La interpretación catastrófica que el paciente hace de sus síntomas físicos aumenta la sensación de ansiedad y los propios síntomas físicos. Además cuando una persona comienza a tener ataques de pánico comienza a preocuparse por el siguiente y entonces cambia su estilo de vida y empieza a evitar situaciones.
El ataque de pánico suele ir acompañado de sensación de peligro inminente y del impulso o necesidad de escapar.
Para realizar el diagnóstico de trastorno de pánico deben descartarse posibles causas biológicas como el uso de sustancias (medicación, drogas) o sufrir una condición médica general.
Cuando nuestro organismo se enfrenta a una situación exterior o una sensación corporal, que por aprendizaje juzgamos como peligrosa, nuestro cerebro manda una señal (pensamiento catastrófico) al Sistema Nervioso Autónomo (S.N.A.) que inmediatamente se hiperacelera (respuesta fisiológica).
El S.N.A. tiene como una de sus misiones prioritarias preparar a nuestro organismo para afrontar situaciones potencialmente peligrosas o difíciles. En este sentido, es una función de supervivencia grabada genéticamente. Prepara a nuestro organismo para luchar o para huir, y los cambios que notamos en nuestro cuerpo tienen como fin cualificarnos para tal objetivo.
El S.N.A. está formado por dos subsistemas, el Sistema Nervioso Simpático (S.N.S) y el Sistema Nervios Parasimpático (S.N.P). Ambos son complementarios y antagonistas. El S.N.S activa el organismo y el S.N.P lo refrena. Por ello, una respuesta de ansiedad o pánico no puede durar demasiado tiempo (realmente pocos minutos) porque tan pronto como el S.N.S se acelera, el S.N.P lo refrena. Igualmente la magnitud de la respuesta de ansiedad no puede llegar nunca a un nivel en que pueda ser perniciosa para la persona. En ese sentido la ansiedad no es peligrosa, no puede pasarte nada malo por estar ansioso: eso sí, es muy desagradable.
En cuanto el cerebro envía su mensaje al S.N.A, éste activa el S.N.S dando una orden a las glándulas suprarrenales que inyectan adrenalina y noradrenalina en la sangre. Estas sustancias actúan de mensajeros químicos acelerando todo nuestro organismo. Por ello notamos tantas sensaciones distintas; no se activa por partes, sino todo a la vez. Pero recuerda que al mismo tiempo, el S.N.P hace su trabajo refrenando la activación, y aparecen también ciertas sustancias que neutralizan a la adrenalina y la noradrenalina, haciendo que el ataque no dure mucho.
Algunas personas tienen la impresión de que sus ataques de pánico duran incluso varias horas. En realidad lo que sucede en estos casos es que se concatenan varios ataques. La persona cuando se siente mal realiza conductas de seguridad que momentáneamente le alivian el malestar, pero a continuación se inicia una nueva crisis y así se pueden combinar varias. Si la persona no escapara de las sensaciones tendría un único ataque de pánico.
Una vez el sistema ha vuelto a la normalidad, podemos sentirnos muy cansados, o tener dolor de cabeza, o de espalda u otras sensaciones. Es normal, se debe a que nuestro organismo ha consumido mucha energía, hemos tensado la musculatura y pueden aparecer este tipo de sensaciones.
Cuando la respiración es rápida y está alterada se produce una entrada excesiva de oxígeno en nuestro cuerpo y una eliminación, también excesiva de dióxido de carbono, dando lugar a una serie de cambios químicos, como el cambio del ph de la sangre, directamente responsables de las sensaciones corporales y mentales que experimentamos. Si se mantiene la pauta respiratoria anómala durante un tiempo, las sensaciones corporales pueden llegar a ser muy alarmantes.
SENSACIONES TEMIDAS | INTERPRETACIÓN CATASTRÓFICA | EXPLICACIÓN REAL |
---|---|---|
Taquicardia | Infarto | El corazón bombea más fuerte y rápido para enviar sangre a las zonas vitales. |
Pérdida de sensibilidad, palidez, frío. | Infarto, ataque cerebral, parálisis, tumor cerebral. | La sangre se concentra en las vísceras, dejando las zonas periféricas con un riesgo menor. |
Ahogo, falta de aire. | Ahogarse | Aumento de O2 en la sangre (estado contrario al ahogo) |
Mareo, sensación de irrealidad. | Desmayarse/desvanecerse | Vasoconstricción: bajada de presión arterial producida por la hiperventilación. |
Dolor en pecho y/o brazo, pinchazos. | Infarto | Patrón anómalo de respiración (mantener los pulmones demasiado llenos), tensión muscular en la zona, posturas incorrectas prolongadas. |
Calor, sudor, sofoco. | Enfermedad | Aumento de temperatura corporal en las zonas vitales. El organismo pone en funcionamiento el sistema de enfriamiento. |
Boca seca, náuseas, sensaciones en el estómago. | Enfermedad | Descenso de la activación del sistema digestivo. |
Ver lucecitas, sensación de que la luz molesta, manchas en la visión. | Volverse loco, ataque cerebral | Las pupilas se engrandecen y dilatan para aumentar la visión periférica. |
Temblores, pinchazos, calambres. | Enfermedad, infarto, locura. | Tensión muscular excesiva y descenso del bicarbonato de la sangre y cambios en alcaloides. |
En muchas personas, aparece otro fenómeno fisiológico que complica las cosas, la hiperventilación.
Como parte de la respuesta fisiológica, el ritmo respiratorio se acelera involuntariamente para enviar oxígeno extra a todo el organismo, que, como recordemos, se dispone a correr o luchar. Caemos en un estado de hiperventilación: hay mucho más oxígeno del que necesitamos, reduciéndose a su vez el nivel de dióxido de carbono. El resultado es que aumenta el nivel de alcalinidad de la sangre (ph) y desciende la presión arterial, apareciendo sensaciones tan desagradables como debilidad, palpitaciones, taquicardia, dolor en la región precordial, mareos, visión borrosa, sensación de irrealidad, sensación de falta de aire, ahogo, boca seca, dolor de estómago, rigidez y dolor muscular, temblores y calambres.
En algunos casos, la hiperventilación involuntaria se ve aumentada por otra voluntaria. Como uno de los efectos de la hiperventilación es notar, paradójicamente, ahogo (a pesar de que la hiperventilación es el estado opuesto), la persona intenta respirar más, o más profundamente, lo que empeora todavía más la situación.
Existen varios factores que afectan a la probabilidad de padecer un ataque de pánico, sin que ninguno de ellos por separado sea suficiente para que se desencadene un ataque. Entre ellos vamos a hablar de los factores biológicos, ambientales, psicológicos y sociales.
Biológicos: Es nuestra predisposición genética a responder ansiosamente en diferentes situaciones. Esta predisposición se activa dependiendo del resto de factores.
Ambientales: Nuestro estilo de vida, en ocasiones acelerado y con poco tiempo para nosotros mismos, produce sensación de estrés, lo cual activa las sensaciones fisiológicas que favorecen las crisis de pánico.
Psicológicos: La personalidad se va construyendo en las primeras etapas de nuestra vida, a través de la relación con nuestras principales figuras de apego. Es necesaria una buena gestión emocional por parte de los padres de las emociones de los hijos, para que estos en la adultez se perciban como personas competentes, capaces de manejar sus emociones por sí mismos.
Si los padres son sobreprotectores, por ejemplo, la persona va desarrollándose con un sentido de incapacidad que, en situaciones de estrés, favorecerá la aparición de crisis de pánico. Este es el caso por ejemplo de la personalidad dependiente o de la personalidad evitativa.
Sociales: Los problemas en el trabajo, con la pareja o amigos. La falta de apoyo o el sentimiento de aislamiento, en combinación con los factores psicológicos, favorecen la aparición de crisis de ansiedad.
En algunas ocasiones los síntomas del ataque de pánico llevan asociada una ansiedad anticipatoria frente a una serie de situaciones o lugares donde resultaría difícil escapar o recibir asistencia. El miedo a estas situaciones acompañado de comportamientos de evitación es lo que se conoce como agorafobia. Situaciones típicamente agorafobias
serían:
Tradicionalmente se venía empleando la exposición en vivo como tratamiento frente al trastorno de pánico, ya que se entendía que la evitación asociada al trastorno de pánico era debida a una respuesta de miedo desarrollada por condicionamiento clásico y por tanto el tratamiento estaba destinado a favorecer la habituación a las situaciones generadoras de ansiedad.
Sin embargo con el paso de los años se produjeron cambios centrales en la forma en la cual el trastorno de pánico era entendida, así se ha demostrado que el tratamiento psicológico más eficaz frente al trastorno de pánico es la terapia cognitivo-conductual especialmente diseñada para el trastorno de pánico. La terapia cognitivo-conductual incluiría como componentes:
A día de hoy existen tratamientos empíricamente validados para el trastorno de pánico dentro de las llamadas terapias cognitivo-conductuales que cuentan con mayor evidencia empírica son:
Incluye igualmente procedimientos de reestructuración cognitiva para ayudar al paciente a modificar cogniciones (pensamientos, creencias) erróneas frente al trastorno de pánico. También incluye entrenamiento en respiración y/o relajación.
la Terapia cognitivo conductual es el tratamiento más utilizado por su eficacia y rapidez en la mejoría de los síntomas. Se trata de enseñar al paciente técnicas de exposición y de relajación, al tiempo que se trabajan los sesgos cognitivos que llevan a la cronificación del cuadro.
Los psicofármacos se pueden utilizar para tratar de forma aguda un ataque de pánico o como apoyo a la psicoterapia en los casos más graves, pero no debe utilizarse como única forma de tratamiento.
Los psicofármacos más utilizados son:
Lo primero es ser conscientes de que lo que nos está pasando es un ataque de pánico y que nuestra vida no corre peligro.
En caso de tener acceso a alguien de confianza, el sentirnos acompañados nos puede aliviar la sensación de miedo.
La atención tiene que descentrarse de los síntomas fisiológicos, ya que estas sensaciones mantienen e incrementan el miedo. Por tanto, es útil centrar la atención en algo externo.
Para la hiperventilación, es útil realizar respiraciones profundas, donde se expulse más aire del que se introduce para aumentar el nivel de dióxido de carbono. En este sentido, es útil también respirar en una bolsa de papel.
Barlow, D.H.; Farchione, T.J; Fairholme, C.P; Ellard, K.K; Boisseau, C.L; Allen L.B y Ehrereich-
Belloch, A.; Sandín, B. y Ramos, F. Manual de psicopatología. Edición revisada. McGrawHill (2009)
Botella Arbona, C. Tratamientos psicológicos eficaces para el trastorno de pánico. Psicothema Vol 13, nº 3, pp. 465-478.
May, J. Protocolo unificado para el tratamiento transdiagnóstico de los trastornos emocionales. Alianza Editorial. (2015)
Moreno Gil, P, Martín Sancho, Julio César. (2008) Tratamiento psicológico del trastorno de pánico y agorafobia. Manual para terapeutas. Desclée de Brouwer.
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