Podemos definir la hiperfagia de forma simple y resumida como la ingesta excesiva de comida que no obedece normalmente a cubrir una necesidad fisiológica de hambre.
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El ser humano necesita aportar diversos nutrientes a su organismo para que este funcione de la forma adecuada. Este aporte de nutrientes se lleva a cabo principalmente a través de los alimentos que ingerimos y como señal fisiológica de la necesidad de estos nutrientes tenemos la sensación de hambre.
A medida que se ha ido produciendo el desarrollo social del ser humano, se han ido estableciendo relaciones emocionales y afectivas con la acción de comer o consumir alimentos que, a lo largo de los años, han ido estableciendo contingencias que paulatinamente se han visto reforzadas.
Cuando estamos ante casos de hiperfagia en los que se produce un aumento del apetito, es decir, un incremento en la sensación de hambre con la consiguiente necesidad de saciarla, de forma general se deberá a factores psicológicos.
Cabe distinguir la hiperfagia del hambre constante en el sentido en el que con el primer término hacemos referencia a la ingesta desmesurada de alimentos. Consumimos aquella comida que nos apetece, que como veremos más adelante suele tratarse de alimentos poco saludables, en cantidades superiores a las normales, mientras que el hambre constante no es más que la sensación de no estar saciados pero no provoca necesariamente una ingesta descontrolada.
Por decirlo de alguna forma sencilla, la hiperfagia supone una pérdida de control en la ingesta de alimentos mientras que el hambre constante (que puede deberse también a factores emocionales) nos permite usar la capacidad de control y evitar estos atracones.
Como ya explicamos con anterioridad, la mayor parte de los casos de hiperfagia están relacionados con la historia previa de aprendizaje de un individuo en la que ha establecido una relación afectiva y emocional entre su estado anímico y la ingesta desmesurada de alimentos. Autores como Gibson (2006) (en Peña E y Reidl L (2015)), por ejemplo, establece que “los estados emocionales y de ánimo pueden influir en la conducta alimentaria, a la vez que la alimentación puede modificar las emociones y los estados de ánimo”. Por lo que podemos establecer que hiperfagia y hambre emocional están estrechamente relacionados. Existen ocasiones en las que la sobreingesta de alimentos no se produce por hambre, sino que más bien tiene lugar para relajarnos, para liberarnos de una sobrecarga de emociones que nos causa malestar: enfado, ira, estrés, frustración… E incluso también como recompensa o celebración de emociones positivas como la alegría o la felicidad.
Aunque podemos afirmar que la hiperfagia tiene un alto componente psicológico, no debemos perder de vista que también existen enfermedades fisiológicas que pueden ser la causa de manifestación de esta patología, es decir, puede ser síntoma de alguna afección médica.
En este punto haremos hincapié en las causas psicológicas, pero a lo largo del desarrollo de este artículo explicaremos también las causas médicas o fisiológicas de esta alteración. De esta forma:
Factores psicológicos en la hiperfagia:
Los síntomas y las sensaciones generadas en un episodio de hiperfagia son normalmente:
En puntos anteriores hemos enumerados algunas causas psicológicas de la hiperfagia, pero hemos excluido la bulimia porque establecer la relación causa-efecto entre estos conceptos no es nada fácil.
¿Es la hiperfagia y el posterior sentimiento de culpa lo que puede llevarnos a desarrollar bulimia? ¿o por el contrario es la bulimia lo que nos lleva a vivir esos episodios de hiperfagia que finalizan con conductas compensatorias para paliar el exceso? Sean ambas patologías causa o consecuencia la una de la otra, lo que parece estar claro es que existe una estrecha relación entre ambas. Si bien es cierto que no siempre la hiperfagia desencadenará en un trastorno de la conducta alimentaria como es la bulimia, puesto que como veremos a continuación puede ser también síntoma de otras enfermedades de índole fisiológico.
Como ya se ha mencionado con anterioridad, la hiperfagia puede ser consecuencia de diferentes afecciones médicas como por ejemplo:
Será el profesional médico quien a través de los análisis, tanto de sangre como de orina, determine si es alguna de estas patologías la causa de la hiperfagia que padecemos y quien establecerá el tratamiento adecuado para la resolución de la misma.
Si nos encontramos con un caso de hiperfagia relacionada con estados de ánimos alterados, será necesaria la intervención psicológica y/o psiquiátrica para poder resolver este problema.
En primer lugar, se realizará una adecuada evaluación del caso para determinar cuáles son las causas y aprendizajes subyacentes de esta patología para, posteriormente, establecer un plan de tratamiento que nos ayude a trabajar y modificar cogniciones respecto a la relación que inicialmente tenemos establecida entre bienestar psicológico y comida.
Por tanto, se llevará a cabo una intervención desde un enfoque integrador orientado por la personalidad del paciente que nos ayude a conseguir los objetivos que hayamos establecido.
En este aspecto, será necesario también una importante labor de psicoeducación en la que se de a conocer tanto la relación existente entre la comida y las emociones, así como la relevancia de aprender a comer de forma saludable y consciente.
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